Para esta derecha (calificada por cierta prensa de bruta y achorada, DBA),
la presencia de esa nueva izquierda no podía ser; rompía su esquema de dominio
absoluto del panorama político por su mandante: el poder empresarial
oligárquico, blanco y limeño, y, en consecuencia, se propuso aniquilarla,
valiéndose de su control del Congreso de la República y de sus medios de prensa
y TV, incluidos un diario y un semanario que fungen de independientes ante su
clientela capitalina, en su mayor parte pequeño burguesa, a la que le repugna
la nueva izquierda por provenir, sobre todo, de los departamentos andinos.
Gráficamente, este enfrentamiento se asemejaba al juego del nudo de guerra
o de la soga: de un lado, la derecha recalcitrante tiraba la soga para
arrastrar a la nueva izquierda que agarraba el otro lado, no para hacerla pasar
la raya central, sino para precipitarla al abismo que había abierto entre
ambas.
El primer episodio de esta pulseada fue el debate en el Congreso de la
República por el voto de confianza requerido por el primer gabinete ministerial
nombrado por el presidente Pedro Castillo. La derecha recalcitrante tenía todo
preparado para negárselo (fines de agosto de 2021). Fracasó, sin embargo, porque
solo pudo reunir 50 votos frente a 73 que aprobaron la confianza (37 de Perú
Libre, 5 de Juntos por el Perú y 31 de varios partidos que con este voto se insinuaban
como de centro derecha).
Furiosa por esta derrota, la derecha recalcitrante continuó su ofensiva,
centrando su ataque en el primer ministro Guido Bellido y en el ministro de
Trabajo Iber Maraví al que interpelaron en el Congreso. Esta presión llevó al
Presidente de la República a prescindir de los dos ministros indicados y de
otros cinco y a nombrar, en su lugar, a varios personajes sin ejecutoria ni
experiencia en la gestión ministerial, pero de una posición de izquierda y de
centro izquierda. Con este cambio, la derecha recalcitrante y su prensa y TV se
quedaron sin blancos notorios; y, algo desorientados, siguieron con sus ataques
personales a algunos ministros, esperando el siguiente round que se jugaría en
el Congreso, debatiendo y votando sobre la confianza al Consejo de Ministros.
Como una parte de la bancada de Perú Libre había objetado el cambio de los
ministros y declarado que no votaría por la confianza, la derecha recalcitrante
se regocijaba ya por la colaboración que, suponía, le prestaría este inesperado
nuevo aliado con el cual podría liquidar al gabinete ministerial.
Tras una carrera de discursos pedestres de la mayor parte de congresistas,
se votó finalmente el pedido de confianza el 4 de noviembre de 2021 con el
siguiente resultado: en contra 56; a favor 68; y una abstención.
En comparación con la votación por la confianza de fines de agosto de 2021,
la derecha recalcitrante acumuló, esta vez, a primera vista, 6 votos más (56
ahora frente a 50 de la vez anterior). Pero si se descuentan los 16 votos de
Perú Libre contra la confianza, la derecha recalcitrante solo sumó 40 votos (16
menos que la vez anterior). Estos 40 votos fueron de: Fuerza Popular
(Fujimorismo) 24; Avanza País (candidato presidencial López Aliaga) 6;
Renovación Popular (candidato presidencial Hernando de Soto) 6; Alianza para el
Progreso (candidato presidencial Acuña) 2; Podemos (candidato presidencial
Urresti) 1; y Somos Perú y Partido Morado 1. Como se sabe, estos heterogéneos representantes
de la derecha recalcitrante fueron llamados a candidatear por ciertas
declaraciones o afinidades con los grupos que habrían de financiarles la
campaña electoral.
Los votos a favor de la confianza, descontando los de Perú Libre (19) y de
Juntos por el Perú (4), sumaron 40 que fueron aportados por: Acción Popular 14;
Alianza para el Progreso 13; Avanza País 3; Renovación Popular 2; Somos Perú y
Partido Morado 8; Podemos 4; y No Agrupado 1. Por lo tanto, los representantes
de Acción Popular con los otros congresistas que votaron por la confianza,
apartándose de la derecha recalcitrante, se perfilan como una fuerza de centro,
si bien ladeada hacia la derecha.
Un hecho que ya no llama la atención aquí es la ausencia de disciplina de
los grupos políticos. Sus integrantes votan como quieren. ¿Cuál fue su
motivación esta vez al votar por la confianza? ¿No decepcionar a sus votantes,
quienes, a pesar de su posición y trayectoria, les dieron su voto? Improbable
para muchos de ellos. O más bien, ¿no caer en una primera negativa de la
confianza que con otra determinarían la dilución del Congreso y la pérdida de
las jugosas remuneraciones que ahora perciben? Un viejo dicho se insinúa como
respuesta: No hay que tentar al diablo.
¿Y cómo explicar los 16 votos de Perú Libre contra la confianza a un
gabinete ministerial nombrado por un Presidente de la República al que este
partido había postulado y apoyado hasta su triunfo? No, evidentemente, por la
afirmación de algunos de que esos congresistas se han pasado a la derecha. Eso
del Fujicerronismo no pasa de ser un disparate de un diario derechista. Aunque
en ciertos momentos los extremos se tocan, esta coincidencia es ahora
circunstancial. Mi impresión es que la conducta de los 16 representantes de
Perú Libre que votaron contra la confianza estuvo determinada por un
sentimiento de dignidad y cierto infantilismo. Dignidad, porque hubiera sido desdoroso
que los representantes leales a Bellido y a otros ministros defenestrados y el
mismo Bellido hubieran votado a favor de un gabinete cuyo nombramiento era para
ellos una censura indebida, causada por la presión de la derecha. De haber
votado a favor de la confianza habrían convalidado esa censura, lo que hubiera
sido como poner la otra mejilla para recibir otra bofetada. Infantilismo, porque
algunos de ellos parecen jugar a la política considerándola como una secuencia de
criterios subjetivos y, entre ellos, el resentimiento que debe permanecer fuera
de los avatares del conflicto político. Es de esperar que esos 16
representantes de Perú Libre reaccionen positivamente y aprendan la lección,
sobre todo, examinando la evolución de los términos dialécticos de la sociedad en
todas sus manifestaciones e interrelaciones. Si no lo hicieran así y
persistieran en enfrentarse a sus propias fuerzas o a fuerzas amigas, la ola
histórica de las grandes mayorías sociales que han confiado en ellos acabará aislándolos.
Por lo tanto, los congresistas que se van definiendo con una connotación centrista
se erigen como una fuerza decisiva para aprobar los proyectos de leyes que sean
necesarios para cambiar ciertos aspectos de nuestra realidad económica, social
y cultural, a condición de llegar a las coincidencias que la realidad reclama
con la nueva izquierda respecto de los proyectos que unos y otros propongan. Tanto
en el campo económico como en el campo político les será necesario a ambas
fuerzas acercar posiciones y transar.
Cerca de Londres hay una escuela de gestión empresarial cuyo lema es: “En
la vida no se obtiene lo que se cree merecer, sino lo que negocia”, frase que coincide
con la siguiente definición de nuestro Código Civil, evolucionada desde el
antiguo Derecho Romano: “Por la transacción las partes, haciéndose concesiones
recíprocas, deciden sobre algún asunto dudoso o litigioso, evitando el pleito
que podría promoverse o finalizando el que está iniciado. /Con las concesiones
recíprocas, también se pueden crear, regular, modificar o extinguir relaciones
diversas de aquellas que han constituido objeto de la controversia entre las
partes.” (artículo 1302º).
Nuestro país, nuestro pueblo merece y debe crecer económicamente no solo
para los ricos; debe prosperar con igualdad de oportunidades para todos y
redistribuyendo la riqueza creada por el trabajo. Podemos y, creo, tenemos
ganas de hacerlo, y las fuerzas políticas que así lo entiendan deberían ayudar
uniendo su poder de decisión tras asumir un criterio constructivo.
(Comentos, 6/11/2021).
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