UNA MIRADA AL
PANORAMA POLÍTICO PERUANO AL TERMINAR EL AÑO
Por Jorge
Rendón Vásquez
1.– El balance
del año que llega a su fin podría resumirse en una constatación fundamental: el
resultado del proceso electoral de la primera mitad de 2021 fue una pequeña
revolución social y política en nuestro país.
¿Por qué?
Porque accedieron
a la presidencia de la República un hombre del pueblo y al congreso de la
República 42 representantes de una parte importante de las clases trabajadoras[1]:
37 del partido Perú Libre y 5 del grupo Juntos por el Perú. Pero, además, porque
tanto el nuevo Presidente de la República como los representantes de Perú Libre
proceden, casi totalmente, de los departamentos andinos, son étnicamente
mestizos y titulados profesionalmente en entidades estatales. Los 5
representantes de Juntos por el Perú, pertenecen a diferentes grupos políticos,
son profesionales y provienen en su mayor parte de la Capital.
Desde el punto
de vista dialéctico estamos ante un cambio cuantitativo en la sociedad peruana,
puesto que es la primera vez en la historia del Perú republicano que
representantes de las clases trabajadoras y de la etnia mestiza llegan a los poderes
Ejecutivo y Legislativo con ciertas propuestas de cambio económico y social en
beneficio de las grandes mayorías sociales.
2.– La elección
de un Presidente de la República, maestro de escuela y de origen campesino, y
de los 37 representantes de Perú Libre ha suscitado la reacción exacerbada y
colérica de los grupos de poder económico y de gran parte de la mediana y
pequeña burguesía limeñas, sobre todo blancos. Es un rechazo generado por su
decisión de impedir a toda costa los cambios que puedan afectar de alguna
manera su posición económica dominante, basada en la explotación de las clases
trabajadoras, pero es también un rechazo social y racial contra el ascenso al
poder político de los descendientes de las antiguas castas raciales dominadas.
Por otro lado,
la llegada al Poder Ejecutivo de un hombre del pueblo trabajador creó en
algunos la esperanza de contar con un gobierno que habría de encaminarse hacia
posiciones de izquierda, aunque sin definirlas.
3.– Ni el nuevo
Presidente de la República ni los 37 representantes de Perú Libre han llegado
al poder político suficientemente capacitados para el ejercicio de las
funciones legislativas y de gobierno; carecen de proyectos concretos sobre los
aspectos puntuales que se debería cambiar o modificar en el Perú, tanto por vía
legislativa, la más importante, como por la vía del Poder Ejecutivo; se hallan
desprovistos de conocimientos y experiencia, incluso en el manejo de la
administración pública, o los que tienen son insuficientes; y no cuentan con
cuadros aparentes para formular los proyectos legales de cambio ni para hacerse
cargo de la conducción del aparato burocrático. Para cubrir este vacío el
Presidente de la República tuvo que designar algunos ministros procedentes de
Juntos por el Perú que asumieron la dirección de la economía y del presupuesto
nacional con acierto. En los otros sectores, la administración pública avanza
por la fuerza de la inercia, como antes, con sus limitaciones y deficiencias, conducida
por los funcionarios y empleados de carrera y contratados. Estas carencias son
la consecuencia del apartamiento de los grupos andinos mayoritarios de la
función de gobernar el Estado, desde la conquista hispánica. La dirección del
Estado en el Perú ha sido un privilegio exclusivo y excluyente de la casta
blanca y sus descendientes y allegados, incluidos algunos mestizos. A la falencia
indicada se añade la comisión explicable de errores por el Presidente de la
República que van desde una inadecuada selección de ministros y otros
funcionarios hasta el descuido en impedir el acercamiento de oportunistas y
gentes en busca de prebendas y beneficios personales. El ejercicio del poder
desde la Lima virreinal y republicana se ha complementado siempre con el asedio
pleno de pleitesía, halagos y ofertas a los presidentes de la República y los
funcionarios con poder de decisión por los poderosos del dinero, oportunistas,
lambiscones, falsos y novísimos amigos y hasta por gentes portadoras de alguna
recomendación en busca de una concesión, un contrato o un nombramiento. Un
repaso a las Tradiciones de Ricardo Palma instruye sobre el nutrido y
variado catálogo de maneras de adular al “señor gobierno” y sacarle algo. Si el
destinatario de ese acercamiento ignora esas técnicas de corrupción es posible
que sucumba a los halagos y pague caro su ingenuidad; y los grupos de poder
económico y sus instrumentos políticos y mediáticos, vestidos de santos, los
demolerán ante la opinión ciudadana. Es posible, no obstante, que estos
tropiezos y sinsabores habrán de ser superados en la medida en que avance su aprendizaje
en el ejercicio de la función pública.
3.– La
dirección del ataque de la derecha recalcitrante, que se manifiesta como una
persistente campaña de agresión a cargo de los periódicos, estaciones de TV y
radio, incluidas ciertas publicaciones pretendidamente independientes, ha
tenido los siguientes objetivos: a) separar al Presidente de la República del
partido Perú Libre que lo llevó a la presidencia y, en particular del líder de
este, para aislarlo y obligarlo a nombrar ministros y funcionarios afines con
el poder económico o desvinculados, por lo menos, de la izquierda; b)
inmovilizarlo y hacerlo blanco fácil de sus ataques; c) enfrentarlo con el
Congreso de la República en el cual los representantes de los tres grupos de la
derecha recalcitrante (Fuerza Popular-Keiko Fujimori, Renovación Popular-Rafael
López Aliaga y Avanza País-Hernando de Soto, todos aventureros de la política)
se han empeñado en atraer a su lado a los grupos de centro; y c) lo más
importante, impedir los cambios que puedan proponer el Presidente de la
República, sus ministros, Perú Libre y Juntos por el Perú. Este ataque de la
derecha recalcitrante al Presidente y a Perú Libre polarizó, en un primer momento,
a la opinión pública. Luego esta división ha tendido a disiparse, a medida que
los exabruptos de la derecha recalcitrante se revelaban como injustificados y se
hacían más evidentes como un factor de inestabilidad económica y política.
4.– A la situación
indicada, se ha añadido la amenaza de la vacancia presidencial, anunciada por
la derecha recalcitrante tan pronto como Pedro Castillo asumió el cargo de
presidente. A manera de ensayo, los grupos de la derecha recalcitrante en el
Congreso de la República se propusieron negar la confianza a los gabinetes
ministeriales, con la seguridad de contar con el apoyo de los grupos de centro.
Sin embargo, fracasaron. La mayor parte de estos grupos no se plegó a ese
propósito, y los gabinetes de Guido Bellido y Mirtha Vásquez fueron aprobados;
en el caso de Bellido por los votos de Perú Libre, Juntos por el Perú y varios
partidos que, por ello, se proyectaron como de centro; y en el caso de Mirtha
Vásquez por los votos de solo 16 representantes de Perú Libre, los de Juntos
por el Perú y los de esos grupos de centro. Los 19 representantes de Perú Libre
que votaron contra el gabinete de Mirtha Vásquez, resentidos por la exclusión
de Bellido del gabinete ministerial y dominados por el infantilismo, se
desacreditaron con ello ante una parte de la ciudadanía que los había elegido. Luego,
la negativa de la admisión a debate en el Congreso de la República del pedido
de vacancia presidencial reafirmó la presencia en el Congreso de tres fuerzas:
la derecha recalcitrante con 43 representantes (Fuerza Popular, Renovación
Popular y Avanza País); el centro con 42 (Acción Popular, Alianza para el
Progreso, Somos Perú, Podemos, Partido Morado) y la izquierda con 42 (Perú
Libre y Juntos por el Perú), tres fuerzas que detentan cada una un tercio de
los votos.
5.– Por lo
tanto, la posibilidad de promover ciertos cambios en los campos de la
estructura y las superestructuras política, jurídica y cultural depende del
acercamiento de las fuerzas de izquierda entre sí y de estas con las de centro
y, en definitiva, de la aceptación por el centro de las propuestas formuladas
desde la izquierda, a condición de que esta sepa qué proponer y cómo. Dada la
correlación de fuerzas de la izquierda y del centro, es evidente que los
cambios, para el caso de que puedean hacerse, no serían todo lo profundos ni
extensos que la situación económica y social requiere y que, con sentido
práctico, los grupos de izquierda y la opinión ciudadana que los respalda
tendrán que aceptarlos como cambios cuantitiativos que, en cierto modo y en
alguna medida, signifiquen un avance social dentro del sistema capitalista. No
es absolutamente factible, sin embargo, que los representantes de los grupos de
centro mantengan una distancia profiláctica con la derecha recalcitrante; la
han apoyado y seguirán apoyándola en determinados aspectos indicados por el
poder empresarial, so pena de perder el financiamiento por este en las próximas
campañas electorales. Es un centro inclinado hacia la derecha. Por lo tanto, la
aprobación de las leyes que posibiliten los cambios necesarios a las grandes
mayorías sociales habrá de requerir la movilización de estas para exigirlas.
6.– La
resistencia de algunos dirigentes de Perú Libre a admitir la presencia en el
gabinete de ministros de Juntos por el Perú, llamados por ellos despectiva e
impropiamente “caviares”, es inadmisible y perjudicial para ellos.[2]
Si los dirigentes de Perú Libre no lo entienden así y se manejan con la idea de
que basta su presencia en el Congreso de la República para tratar de satisfacer
allí los pedidos de sus bases provincianas, cualesquiera que sean (por ejemplo,
permitir el funcionamiento de universidades incompetentes y la eliminación de
SUNEDU o su neutralización) o sostener posiciones personalistas, estarán
perdiendo una rara oportunidad histórica. Es, al parecer, ya un hecho
definitivo la constitución de un nuevo partido magisterial más cercano al
Presidente de la República.
7.– Frente al
proceso electoral y los acontecimientos políticos subsiguientes, los
innumerables grupos de la izquierda tradicional, desperdigados autónomamente, y
los izquierdistas ermitaños se han limitado a observar esos acontecimientos, a
emitir alguna opinión o a criticarlos, sin ninguna posibilidad de influir en su
marcha, salvo con su voto, como todos, lo que sería otra manifestación de que su
momento histórico ha terminado, como el de otros grupos políticos.
(Comentos, 18/12/2021)
[1] En su más amplia expresión, la noción de clases
trabajadoras abarca a todas las personas que trabajan por una remuneración,
cualesquiera que sean su nivel y ocupación. Las forman: los profesionales que
constituyen ya una clase social diferenciada; los obreros, empleados y
trabajadores independientes de la ciudad y del campo.
[2] El término gauche caviar (izquierda caviar) fue
utilizado en Francia en la década del treinta del siglo pasado para designar a
los intelectuales de la burguesía que militaban en los movimientos de izquierda
o simpatizan con estos. Volvió a utilizarlo el primer ministro francés Jacques
Soustelle, en setiembre de 1960, para estigmatizar a 121 intelectuales que
condenaron al gobierno francés presidido por Charles de Gaulle por la represión
de los combatientes argelinos que luchaban por la independencia de Argelia del
dominio francés. En 1962, Francia tuvo que reconocer la independencia de este
país. Ese término, lo utilizó aquí Aldo Mariátegui para burlarse de algunos
profesionales de tez blanca, egresados en particular de la Universidad
Católica, con inclinaciones de izquierda, para indicarles que, como sucede con él,
su puesto está en la derecha (cfm. Mi comento Caviar o cebiche,
23/7/2018).
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