¿SIRVE PARA
ALGO ESTE CONGRESO DE LA REPÚBLICA?
Por Jorge
Rendón Vásquez
Es al
cuerpo legislativo al que me refiero, considerando que se caracteriza, en este
aspecto, por su composición mayoritaria.
Según
la teoría política, fundamento a la democracia contemporánea, el Poder
Legislativo tiene la función primordial de legislar, función que la vigente Constitución
explaya en 8 de las 10 atribuciones señaladas por el artículo 102º. Las otras
funciones son complementarias: nombrar a ciertos funcionarios; velar por el
respeto de la Constitución y las leyes; debatir la política del gobierno; e
interpelar y censurar a los ministros.
Por
lo tanto, para calificar la actuación del Congreso se debe ver su desempeño aprobando
leyes.
Desde
que el Congreso, con su actual conformación, comenzó sus funciones en agosto de
2021 ha aprobado hasta ahora 87 leyes y 29 resoluciones legislativas. Ninguna
de esas leyes tiene una importancia estratégica para el desarrollo económico y
social de nuestro país, ni ninguna es orgánica. La Ley del Presupuesto, la más
importante, se ha limitado a reproducir el proyecto preparado por el Ministerio
de Economía y Finanzas, al que, sin embargo, se le amputó las atribuciones
pedidas por el Poder Ejecutivo para empezar la reforma de la tributación y
hacer que quienes más ganan paguen más. Las resoluciones legislativas son, se
diría, de mero trámite.
Los
pocos avances sociales han sido promovidos por el Poder Ejecutivo mediante
decretos supremos.
¿Se
requieren 130 congresistas, con sueldos de 23,800 soles mensuales, para hacer
tan poco?
¿En
qué han andado ocupados los congresistas?
Los
de la derecha recalcitrante (43) en tratar de vacar sin causa al Presidente de
la República, criticar y censurar a ministros
sin ton ni son, tratar de modificar la Constitución por simples leyes
para reducir ciertas funciones y atribuciones del Poder Ejecutivo, negar la
confianza a los gabinetes ministeriales y entregarse al parloteo requerido por el
poder mediático para llenar sus páginas y espacios.
Los
otros han empleado su tiempo laboral, asistiendo a las comisiones para firmar
lo que sus asesores les ponen delante; muchos del centro secundando a sus
colegas de la derecha recalcitrante; y los de la izquierda tratando de darse
cuenta de que están en el Congreso.
Aquí
es necesaria una pregunta complementaria.
¿Hasta
qué punto los congresistas son los autores de los proyectos de leyes?
Por
su formación profesional y antecedentes curriculares se puede suponer que casi
todos son ajenos a esta tarea.
La
mayor parte de proyectos sale de sus asesores y de los estudios económicos,
jurídicos o de ingeniería particulares, de los gabinetes de las asociaciones de
empresarios y de los lobbies o de consultores contratados por quien tenga
interés en una ley. Es evidente que si las materias a legislar son complejas
desbordan la limitada formación profesional de los legisladores, quienes
terminan aprobando y firmando lo que sus asesores les recomiendan.
Por la
importancia para la ciudadanía de esta situación, puesto que ella elige a los
congresistas para que legislen, se debería exigirles a estos: 1) una
declaración jurada que indique quienes son los autores reales de los proyectos
de leyes que presentan; y 2) la nómina de sus asesores, precisando su formación
profesional y los sueldos que se les paga.
Lo
concreto es que para los congresistas de la derecha recalcitrante y sus aliados
de centro no existe el artículo 45º de la Constitución que dispone que quienes
ejercen el poder del Estado “lo hacen con las limitaciones y responsabilidades
que la Constitución y las leyes establecen”.
Cuando
el gabinete ministerial se presenta al Congreso, tras asumir sus funciones, va para
“debatir la política general del gobierno y las principales medidas que
requiere su gestión” (Constitución, artículo 130º), y no para ser criticado y
juzgado por los antecedentes personales de los ministros. La interpelación y
censura de estos solo puede sobrevenir por hechos inconstitucionales o ilegales
cometidos por ellos como ministros (Constitución, art. 128º y 132º), y no por
lo que se les ocurra a los congresistas.
Además,
con los requisitos tan simples exigidos por la Constitución vigente a los
congresistas (solo “ser peruano de nacimiento, haber cumplido veinticinco años
y gozar del derecho de sufragio”, artículo 90º), ¿están capacitados para criticar
a tales o cuales funcionarios con calificaciones superiores a las suyas
impugnándolas? Más aún ¿están calificados para tomarles examen a los candidatos
a miembros del Tribunal Constitucional, Defensor del Pueblo y miembros del
directorio del Banco Central de Reserva?
Y si
carecen de calificación por ser su nivel de formación inferior, su voto en esos
nombramientos no puede ser técnico, sino político y hasta por conveniencias de
amistad u otras oscuras.
La
voz cantante y estridente en este coro
ha sido de la derecha recalcitrante, acompañada por la resonancia de las voces
del centro y el opaco murmullo de la izquierda, a tal punto que al espectador
no advertido llega a parecerle que los únicos que cantan son los congresistas
de la derecha recalcitrante.
Cuando
se desemboca en estas evidencias, se advierte con claridad que es casi nulo el servicio
que esos congresistas le prestan a la ciudadanía y que, por lo tanto, no se
justifica su costo.
El
problema es que no se ha previsto en la Constitución un tribunal para juzgar a
los congresistas por su pésimo trabajo y por sus transgresiones a la
Constitución, y despedirlos.
La
posibilidad de renovar al Congreso de la República por la negativa de la
confianza a dos gabinetes ministeriales podría no darse nunca por la conveniencia
de los congresistas de permanecer en sus cargos (elevados sueldos, trabajo
bobo, compromisos económicos personales contraídos e imposibilidad de la
reelección). Los congresistas de la ultraderecha, que furibundamente votan
contra la confianza a los gabinetes, también quieren quedarse, pero les dejan
la tarea de aprobarlos a los otros, a los del centro, que se dividen, dando la
impresión de que no se dan cuenta de que
son utilizados; o, si se dan cuenta, es posible que les guste o les convenga jugar
en esta forma, esperando alguna ventaja del poder del dinero.
(Comentos,
10/3/2022)
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