LA SEGUNDA VUELTA Y LOS TRABAJADORES
Por Jorge Rendón Vásquez
Es la primera vez en la historia del Perú que un trabajador postula a la
presidencia de la República, gana en la primera vuelta y se perfila como el
ganador de la segunda.
Desde su origen, la República peruana ha sido gobernada, casi totalmente,
por personajes de raza blanca salidos de las clases propietarias de mayor poder
económico. Como había acontecido durante los tres siglos de la dominación hispánica,
en la República el poder del Estado siguió siendo ejercido por la casta blanca,
enriquecida explotando a los trabajadores del campo y la ciudad.
Estos trabajadores eran indios, mestizos, negros y pardos, y estaban
totalmente excluidos de la educación, la cultura, la vida política y las
actividades más importantes de la economía. El desarrollo del capitalismo,
desde fines del siglo XIX, hizo aparecer a la clase obrera, constituida en un
primer momento casi totalmente por mestizos. Luego fueron incorporados a ella
los indios y las gentes llamadas de color. Pero la casta blanca rica siguió
considerándolos inferiores y con derechos menoscabados y, por esta exclusión,
siguió en el monopolio del gobierno. Así y todo, estos trabajadores y sus hijos
llegaron a la educación primaria, luego a la secundaria y, desde mediados del
siglo XX, muchos ascendieron a la formación universitaria y se integraron a las
clases trabajadoras, incluida la nueva clase profesional.
Uno de esos trabajadores, el hombre del sombrero campesino, alguien como ustedes,
aspira ahora a la presidencia de la República, y surge, por eso, como protagonista
de un profundo cambio en el Perú.
Esto les plantea ciertos deberes a los trabajadores, tanto durante la
campaña que resta, como posteriormente, si llegara a la presidencia de la
República.
Los trabajadores tienen muchas reivindicaciones pendientes.
El estatus legal al que habían llegado con las reformas sociales del
gobierno de Velasco Alvarado, desde 1968 hasta 1975, fue menoscabado y reducido
por el gobierno de Alberto Fujimori en los diez años que este gobernó y
después, con los gobiernos de Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala y
Pedro Pablo Kuczynski. Todos estos presidentes y sus regímenes acataron las
instrucciones y órdenes del poder empresarial, para el cual fueron como sus
gerentes de relaciones industriales.
Mañosamente, para consolidar tan lesiva legislación laboral, ciertos
dirigentes sindicales, en connivencia con el poder empresarial, lanzaron la
idea de volcar toda la legislación laboral en una ley o código general de
trabajo, y se pusieron a jugar ese partido amistoso con los representantes de
los empresarios. Fue necesaria una denodada labor teórica y práctica, secundada
por numerosas bases sindicales, para echar por la borda ese proyecto. Sin
embargo, las cúpulas sindicales, volvieron a meterle ese proyecto a la
candidata Verónica Mendoza, quien demostró ignorar todo lo concerniente a las
relaciones laborales y la seguridad social, y, con ello, contribuyeron a relegarla
al sexto puesto en la primera vuelta, que era lo que el poder empresarial
quería. Este no contó con la sinceridad, honestidad y voluntad del candidato
trabajador que había planteado las cuestiones económica y social de otro modo.
El maestro había dicho que promoverá sólo la modificación de lo que sea
nocivo o inconveniente para nuestro país y su pueblo.
De acuerdo con esto, se puede entender que, en materia de relaciones
laborales, no se necesita modificar toda la legislación laboral, sino sólo lo
que deba ser modificado, tanto en el campo de las relaciones individuales y
colectivas, como en materia procesal y la administración pública del trabajo,
sobre todo las inspecciones.
Corresponde a los dirigentes sindicales y a los profesores de Derecho del
Trabajo que estén con ellos identificar las normas que deban ser cambiadas o
modificadas, ya sea por el congreso de la República, mediante leyes, o por el
Poder Ejecutivo, mediante decretos supremos; e, igualmente, en materia de
seguridad social: la atención de salud y las pensiones.
Y, en esto, no debe haber cargamontón, como ha sucedido, en ciertos casos,
en el pasado, cuando ejercía el ministerio de Trabajo algún personaje
progresista. Para ciertas gentes hay que arremeter con todo contra el amigo o la
persona condescendiente en el poder, exigiéndole lo que puede y no puede hacer,
en tanto que no se meten con los funcionarios de un gobierno tiránico dispuesto
a reprimirlos sin miramientos, una modalidad de provocación que el poder empresarial
suele utilizar, valiéndose de ciertos sujetos y grupos políticos.
La madurez de los trabajadores y de sus dirigentes se expresa por la
racionalidad de sus planteamientos, luego de estudiar cada tema a fondo y
ateniéndose al convencimiento de que la política es el arte de lo necesario y
lo posible.
Y, con mayor razón ante un escenario constituido por un congreso de la República
disperso en 10 bancadas heterogéneas, de las cuales Perú Libre, el movimiento
amigo de los trabajadores, sólo cuenta con 37 representantes de un total de
130. No se debe perder de vista ni un instante que en la Constitución actual
existe la norma parasitaria que posibilita la vacancia de la presidencia de la
República por “incapacidad moral”, una figura jurídica sin definición que les
permite a los parlamentarios arrojar de su puesto al presidente de la República
sin motivo o disfrazando cualquier malévola intención con la imputación de
incapacidad moral.
Por consiguiente, es deber cívico de los trabajadores movilizarse para que
todos sus compañeros, familiares, amigos y la gente de sus barrios y
localidades, en la ciudad y en el campo, vayan a votar en la segunda vuelta por
el hombre del sombrero campesino, y que no caigan en la trampa del voto en
blanco o viciado; y, asimismo, que prevengan a todos que la candidata oponente
es la carta del poder empresarial para que no haya ningún cambio en el Perú y
para que los sigan explotando y despreciando a su regalado gusto.
Debe ser deber de los trabajadores, mantenerse vigilantes para defender al
maestro del sombrero campesino y dirigente sindical.
Algo más:
Mis recuerdos de que las 8 horas de trabajo diarias en el Perú fueron una
reivindicación conseguida el 15 de enero de 1919 por una huelga general en Lima
y Callao, organizada por trabajadores discípulos de Manuel González Prada, y
que el 1º de Mayo fue consagrado como el día del trabajador por la Primera
Internacional en su reunión de París de 1889, para rememorar a los 5
trabajadores colgados en Chicago, en 1887, por luchar por la jornada de 8
horas.
(28/4/2021)
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