"Los
Trabajadores de la Tercera Edad ante el Derecho de Trabajo y la Seguridad
Social" (1991)
Dr.
Javier Vargas Vargas (+)
El
Derecho de Trabajo tuvo como finalidad en su origen y en su desarrollo la
protección del económicamente débil y, ¿quién más débil que la persona que ha
trabajado toda su vida y que llegada cierta edad siente orgánicamente el desmedro
de sus facultades físicas y mentales y el cansancio anímico frente a la existencia?
La
denominación "Tercera edad" es un eufemismo que encubre una palabra
triste: "ancianidad", como tantas otras con las que tratamos de
disimular crudas realidades, por ejemplo, cuando llamarnos "pueblos en
desarrollo" a las comunidades subdesarrolladas, aunque la vía para salir
de aquél, no se vislumbra.
Se han
señalado los 60 años como el inicio de la tercera edad según consenso de
médicos y sicólogos. Naturalmente que en algunos casos los rasgos que la
caracterizan se inician antes, como en otros después (65, 70, 80 años o
excepcionalmente, más).
¿Qué
factores determinan la presencia de la Tercera Edad?
Son
diversos: orgánicos, fisiológicos, sicológicos, fundamentalmente los primeros. El
cuerpo humano con los años se va desgastando como ocurre en todo el reino animal
y vegetal. Es una ley de la naturaleza. Llega un momento en el que la sensibilidad
y eficiencia de los sentidos van declinando (sobre todo vista y oído) la circulación
se dificulta por la ateroesclerosis (endurecimiento y engrasamiento de las
venas y arterias), neuronas y células terminan su período vital y van
quemándose desapareciendo.
El
corazón, riñones, hígado y otros órganos se desgastan y dejan de cumplir a
cabalidad sus funciones. El cabello pierde su color y disminuye a veces hasta
la calvicie. Se van perdiendo piezas dentales. Los huesos se descalcifican. Los
discos invertebrales se adelgazan con una reducción de la columna y la
consiguiente disminución de la estatura. El tejido cutáneo se seca y se quiebra
por la pérdida de grasa que se acumula en el bajo vientre.
La
locomoción se hace lenta y difícil por falta de ejercicio, degeneración
muscular o atrofiamiento de sus componentes. Todo ello trae consigo cansancio
físico y mental y el ánimo vital declina. La persona requiere de descanso no
por un acto arbitrario del ser, sino repito por una ley de la naturaleza.
El
envejecimiento que ocurre en la tercera edad es, pues, un proceso de desgaste
orgánico de todo ser vivo, en este caso la persona humana que adviene con el
transcurso de los años. Este proceso, depende de factores genéticos
(hereditarios) raciales, régimen de vida (alimentario, trabajo en la ciudad o
en el campo) de causas shock (enfermedades, tragedias, impresiones traumáticas,
ansiedad e inseguridad entre otras) cuya presencia acerca su venida o cuya
ausencia la puede alejar.
El
científico Vicente Carrasco Vélez nos explica: "La circulación renal a los
70 años es casi un 40% de lo que fue a los 15 años, la velocidad circulatoria
se torna lenta, y el agua total baja en un 30% en el cuerpo del anciano".
El riesgo de contraer una enfermedad cardiaca entre los 70 y los 75 años es
cuatro o cinco veces mayor que entre los 50 y 54 años.
"Cada
una de las células del organismo tiene un tiempo de vida. Algunas tienen la
particularidad de reproducirse, de renovarse, otras no, como las del sistema
nervioso, neuronas que no se renuevan nunca. Cesan de dividirse antes del
nacimiento y conforme avanzamos en la vida, se van perdiendo, disminuyendo en
número y dificultando cada vez más su fisiología".
"Todas
las células como los músculos, las fibras del cristalino, los glóbulos rojos,
tienen un período de vida. Así tenemos que las células del epitelio intestinal
se dividen unas 5200 veces, es decir, más o menos 70 años. A partir de allí la
división es escasa y nula".
"La
célula hepática se renueva unas 33 veces en más o menos 70 ú 80 años, luego
sólo involuciona".
"Este
envejecimiento celular modifica no sólo el aspecto externo de la persona sino
el interno".
"Todo
se modifica, la macroanatomía, la microanatomía y sobre todo la fisiología de
todos los tejidos y de todos los órganos, el envejecimiento es inexorable".
Por
todo ello dice Carrasco, el anciano reacciona con depresiones, con transtornos
funcionales que a veces son más importantes que las mismas enfermedades
somáticas y que el 56% de esos transtornos son atendibles con una buena orientación.
Algunas
investigaciones concluyen con el declive de la inteligencia a partir de los 60
años. "Investigaciones norteamericanas, basadas en la medicina de
inteligencia a través de la prueba de Weschsler establecen que el descenso de
la misma se iría más o menos acentuando a partir de la tercera década de la
vida" (Vivanco) lo que nos parece exagerado. Sucesivas aplicaciones de
dicha prueba han sugerido que el vocabulario y la información se enriquecen
hasta los 40 años y se mantienen hasta la vejez, pero todos los demás factores
disminuyen a partir de los 20 años, aunque sean distintos. El menos afectado es
el de la comprensión, luego el del cálculo aritmético y el de establecimiento
de semejanzas genéricas, el resto declina con mayor rapidez especialmente las
pruebas de organización de cubos y rompecabezas (Pedrona 1980).
"Respecto
a la pérdida de la memoria con la edad (Mishara y Riedel 1986) sostienen que si
bien ésta disminuye para todos los parámetros: entrada de datos, memoria a
corto plazo y memoria a largo plazo, tal disminución se muestra más
pronunciadas para los primeros" (María G. Vargas, 1988).
Nuestras
observaciones corroboran lo anterior. Los ancianos recuerdan con más o menos
fidelidad el pasado, disminuye su recuerdo para los hechos medianos, se olvidan
fácilmente los recientes. Esto como regla general. Hay naturalmente variantes
según las diversas naturalezas y casos en que ocurre lo contrario: un olvido
total del pasado, conversando lo presente. Tal acontece con los que sufren la
enfermedad de Alzheimer.
En
estos aspectos sicológicos las variantes no han sido suficientemente estudiadas
como se ha hecho con la infancia y la adolescencia como para hacer generalizaciones,
pero por la simple observación y experiencia podemos señalar algunas.
El
anciano deplora la disminución de sus facultades físicas y mentales que lo
apartan del banquete vital y de su actividad creadora, pero sobre todo sufre
una sensación de soledad física y espiritual. La tendencia de nuestra época es
buscar el éxito, satisfacer el goce, olvidar, divertirse. Por eso los jóvenes
se alejan de los ancianos. El anciano es repetidor, nos cuenta varias veces las
mismas cosas o los mismos episodios de su vida, se queja de sus dolencias y las
generaciones actuales, más que las del pasado, huyen del dolor. Además, el
anciano ha visto y ve desaparecer a seres queridos: familiares, amigos. Por la
misma merma de sus potencias surge en él una sensación de temor de lo que pueda
pasar a los seres allegados o al mismo protagonista que presiente, aunque
quisiera alejarla, la presencia ineludible de la muerte.
Todo
ello le va creando un sentido depresivo.
El
lado optimista. - Un escritor español
Juan Ignacio Jiménez Nieto en un artículo "Plenitud fuga y urgencia"
nos quiere infundir entusiasmo.
"La
comedia humana expresa, lo es en tres actos y un epilogo. Según la métrica al
uso, el primero dura de veinte a veinticinco años, mostrando al protagonista
sujeto a la voluntad de padres y maestros; en el segundo, que abarca otras tres
o cuatro décadas, el actor depende de hijos y patronos; en el tercero diez
años, se libera de toda servidumbre personal y pasa a depender de sus propios
recursos humanos, materiales y financieros o, más castizamente, de su salud,
dinero y amor. El epilogo llega con el agotamiento de esos medios de
acción".
"La
tercera edad es así el plato fuerte de la vida, la aspiración suprema, el
tercio de la verdad. Tras sesenta años de restricciones, servidumbre y
controles, el ser humano se encuentra al fin de sí mismo, libre de trabas para
lanzarse al irrestricto voluntarismo de su quehacer. El día entero es suyo,
suyas las noches y el alba sin más despertador que el primer ruido urbano o si
logra redondear la faena, el gallo de la aldea. Cada día es regalo del destino
que le brinda unas horas frescas de esperanza. Es el tiempo de empezar a ser y
hacer lo que siempre tuvimos por nuestro y las funcionalidades familiares y
labores nos vedaron: oliscar, captar, asimilar, interpretar, relacionar,
reelaborar, sintetizar. . . , pasmarnos, estetizarnos, sublimarnos, temblar
ante la arquitectura, sinfonía o lienzo que creímos conocido y sólo ahora vemos
y oímos de verdad. Es la hora de ordenar lecturas y visitas, amores e
ideologías; convertir los deberes en placer; explotar el venero de la propia
experiencia; conocer el bosque y descifrar el hormiguero. Entender Toledo y
Guernica, a Abderramar y a Isabel, Portugal y Cataluña, Europa y América. Tomar
posición final frente a lo trascendente para morir en postura honrada. Empezar,
en fin, a vivir como auténticos señores de la creación, creando y creyendo en
ella".
Un
investigador francés, llegado al Perú para un estudio de la ancianidad en
nuestro medio, el psicólogo Ives Ledanseirs auspiciado por la Fundación
Nacional de Gerontología de París y el periódico "Notre Temps"
manifiesta que las dificultades que agrupan a los ancianos son principalmente
los recursos, la salud, alojamiento, aislamiento, soledad, falta de actividad y
las dificultades de la memoria".
Dijo,
que al cabo de trabajar durante 10 años en un centro de cuidados diurnos para
ancianos, decidió ocuparse de investigar lo referente a la memoria, pues es
algo que se escucha mencionar constantemente en los gerontes, cuyas quejas
sobre olvidos son frecuentes.
Expresó
Ives Ledanscurs, que, en tal aspecto de la memoria se aprecia desde tres puntos
de vista indesligables: biológicos, psicológicos y social. El anciano, añadió,
es, muy sensible al entorno, mientras más solo esté, cuanto menos cariño y
menor relación con otras personas tenga se mostrará más olvidadizo.
"El
médico puede querer solucionar los problemas de olvidos con píldoras, pero esa
no es la solución. Hay que combatir el aislamiento, pues éste poco a poco resta
la capacidad de retener", agregó. (El Comercio de Lima - 15 de Abril de
1988 -Sección D).
¡Benditos
sean los Jiménez Nieto y los Ledanseirs que se preocupan por hacernos
trasfusiones de esperanzas! La realidad es otra, salvo ciertos seres
privilegiados que conservan su fortaleza intelectual y física hasta muy
avanzada edad y como ejemplos célebres citamos algunos:
-Goethe
alcanzó su cúspide con "Fausto" a los 80 años.
-Masaryk
luchó por la libertad de Checoslovaquia hasta los 80 años.
-Foch,
Clemenceau, Ghandi, Churchill, Eisenhower, se destacaron después de los 60
años.
-Goya
pintó "Los desastres de la Guerra" después de los 66 y a los 81 pintó
"La monja y el monje".
-Cajal
escribió a los 80 "El mundo visto a los 80". Casals compuso su
sinfonía "El pesebre" a los 81.
-Richard
Strauss escribió su "Bein Schlafengehen" a los 84.
-Franz
Hals alcanzó la gloria con "Regentes" a los 90.
-Sófocles
escribió la tragedia "Filoctete" a los 90.
-Tintoreto
concluyó su "Descendimiento de la Cruz" a los 95.
-Menéndez
Pidal a los 99 años, presidía la Academia Española de la Lengua.
En
nuestros días hemos visto al Presidente Reagan conducir a su país con
brillantez hasta los 77 años en que ha concluido su período.
En el
Perú, don José Luis Bustamante y Rivero (fallecido en el mes de enero de 1987,
de 95 años) fue solicitado, a los 84 años por Honduras y el Salvador como
mediador en un conflicto de límites que los puso al borde de la guerra. El
Patricio aceptó: Estudió a fondo el problema, viajó varias veces a esos
pueblos; sobrevoló sus fronteras y con su alta autoridad moral y su sapiencia,
concertó el acuerdo que restableció la armonía entre esas dos naciones
hermanas.
Luis
Alberto Sánchez, mi maestro universitario, a los 89 años ha ejercido el cargo
de primer vicepresidente de la República y ocho, o más veces ha reemplazado al
Presidente García en sus funciones. En el Senado, (1991) del que forma parte,
deja oír su parecer sereno y sensato en complejos problemas nacionales. Se da
tiempo para publicar libros, pronunciar conferencias, presentarse semanalmente
en la televisión, escribir en diarios y revistas y visitar países amigos pese a
su casi total ceguera.
Don
Carlos Rodríguez Pastor, que fue mi profesor en el Colegio y mi catedrático en
la Universidad con sus 90 años es gerente legal de una importante compañía de
seguros y dicta una cátedra en la Universidad de Lima con envidiable entusiasmo
y competencia.
Esta
no es la regla; volvamos a la realidad.
El
Aumento de las personas de la Tercera Edad.-
Como la tercera edad tiene una íntima relación con el instituto de jubilación
no podemos dejar de considerar este fenómeno que se da en nuestros días.
Es un
hecho demostrado que el número de ancianos, aumenta cada vez más en el mundo,
sobre todo en los países desarrollados, pese a que la vida se hace más tensa
por diversos motivos: terrorismo, temor a la distensión nuclear, hambre en
muchas regiones, intercomunicación instantánea con la televisión y otros
inventos que si bien constituyen un entretenimiento, trasmiten también la
noticia angustiante.
¿Qué
factores puede influir en el aumento de las ancianos?.
El
sistema alimentario más racionalizado: (hoy se conoce el dañino efecto de las
grasas de origen animal, o del exceso de dulce, que aumenta masivamente el
colesterol y los trigliceridos en la sangre. El progreso de la medicina con su
arsenal vitamínico, inmunológico y antiinfeccioso con la multiplicidad de
sueros, antibióticos, sulfas, etc, es notable. Antes, una enfermedad como la
tifoidea o una pulmonía, si no era fatal, duraba mucho tiempo y debilitaba el
organismo con un sistema de curación equivocado. Hoy se corta en pocos días.
Otro
factor es la reducción de la jornada de trabajo. Antiguamente se laboraba de
sol a sol, no se respetaba el descanso semanal y el hombre trabajaba hasta ser
inservible. Se le despedía por innecesario. Con la reducción de la jornada y el
período vocacional la persona goza de un recreo, de descanso que
indiscutiblemente lo repone y le alarga la vida.
El
aumento de la ancianidad es un problema acuciante que hay que resolver con un
sentido humano, solidario y de propia conveniencia. Casals (1980) sostiene que
la preocupación evidente que actualmente existe por la temática gerontológica,
responde a un motivo claro a la importante proporción de ancianos en los países
desarrollados y al hecho que esta proporción aumente con los años.
"Poblacionalmente
hablando, en el año 2000 con respecto al de 1970, habrá el doble de personas
encima de los 60 años, según se desprende de las cifras de la IX Conferencia
Mundial de Gerontología Social. Esta misma Conferencia estimó, también, para el
año 2000, en 580 millones el número de personas que sobrepasarán la barrera de
los 60" (Nieto 1981, pág. 115)".
En Sud
América la esperanza de vida en general es de 65 años. En esta parte del continente
son los países del área andina los que tienen más baja esperanza de vida: 62.5
años" (Fernández Baca, 1982).
"Actualmente,
en el Perú la población mayor de 60 años conforma el 5% de la población
nacional (CNP 1985), pero, como sucede en el mundo, va en aumento. Mientras que
en 1950 se estimaba que en promedio un recién nacido viviría menos de 45 años,
el censo poblacional de 1981 reveló un crecimiento del 3% de la población de 65
años a más y la esperanza de vida fue estimada en 51 años.
Para
1972 dicha población labia crecido en un 3.5%. En ese momento la esperanza de
vida se estimó en 58 años" (Pérez de Vela, 1982).
Jubilación
Constituye
un episodio significativo en la vida del trabajador. Supone cesar en una
actividad laboral, que se ha ejercido determinado número de años, con una
remuneración que le permita gozar del sustento necesario para subsistir.
Como
la jubilación se concede después de determinado número de años de trabajo, que
por lo general coincide con la tercera edad, sicológicamente se asocian ambos
eventos.
Representa
así la jubilación un alto en el camino de la vida, un cambio, por lo general,
en el ritmo de las actividades a que se está acostumbrado, una etapa final de
descanso que despierta reacciones diferentes en la persona jubilada. En unos
casos la sensación es de liberación; en otros es un desgaje de la personalidad
al modificar el ritmo de su vida.
Los
autores consideran los efectos de la jubilación desde diferentes puntos de
vista: "el alejamiento del trabajo supone mucho más que el fin de una
actividad más o menos valorada" afirma Ursula Lehr (1980). Supone un
cambio de rol social y también familiar, una modificación de la vida diaria,
ciertos cambios en la economía personal y un desplazamiento de los compromisos
e intereses del mundo del trabajo al del tiempo libre según Abel y Hayslip
(1987). Dulce y Ruiz (1982) afirman que el trabajo no es sólo un modo para
subsistir, es también fuente de satisfacción emocional y de comunicación. Neff (1970)
señala que el trabajo es una actividad de vastos alcances que a la vez refleja
e influye sobre casi todos los aspectos de la conducta humana. Agrega que aquél
siempre ha estado muy vinculado con la forma en que las personas se identifican
a sí mismas y son identificadas por otras personas.
Para
muchos individuos el trabajo representa, incluso, la definición de la propia
identidad. Según Plamodón (1984): "Privado de la permanencia creada por la
vida de trabajo, el jubilado pierde literalmente una parte de sí mismo"
(Pág. 76)[1].
Como
resultado del régimen industrializado, de los avances técnicos, de los reclamos
sindicales o en general de los trabajadores y el desarrollo de la legislación
laboral, hoy la jubilación o sea el derecho al descanso después de cierto
número de años de trabajo, o llegada cierta edad, es una facultad irrenunciable
del individuo. Para unos es como hemos dicho, la liberación que permite un
solaz y dedican el tiempo a labores particulares y deseables; para otros, es
una destrucción de su personalidad lo que induce a muchos tratadistas a abogar
por un retiro paulatino de acuerdo a sus posibilidades.
Este aspecto hay que
considerarlo desde diversos puntos de vista. A veces es doloroso para un
trabajador cesar en una actividad a la cual estaba acostumbrado, que le
permitía un quehacer deseado y contactos personales y aun estimación social
cuando se conservan energías físicas y mentales y la experiencia realiza una
función que recomendaría su permanencia que de hecho existe allí donde hay
estabilidad laboral y corresponde la decisión de cesar al trabajador; por otro
lado, la empresa necesita renovar su personal, de romper con el costumbrismo y
lo rutinario, de abrir fuentes de trabajo para la gente joven. Toca al Estado
contemplar y reglamentar esta situación enfocando los pro y los contra y
dosificando el retiro cuando así es solicitado.
"Si
se garantiza el derecho inalienable de las personas a gozar de su jubilación se
pueden crear las condiciones favorables para asegurar que aquéllos que
prefieren trabajar después de entrar en la tercera edad, lo hagan por una
vocación de trabajo y realización personal" (Cepal 1982, pg. 54).
"Para
Vivanco (1982) la jubilación como se da en esta sociedad acarrea en la mayoría,
una serie de problemas: la difícil situación económica por las pensiones tan
bajas, la disminución de relaciones sociales y las limitaciones para continuar
con la vida activa y mantener un proceso formativo. Agrega que la jubilación
tendría efectos menos desfavorables si fuera producto de un retiro progresivo,
de manera que hubiera tiempo para adaptarse a la nueva situación y si fuera
opcional de forma que cada uno pudiera decidir, de acuerdo a su capacidad la cuantía
de su trabajo".
La
Edad Jubilatoria.- Preocupación de los
legisladores ha sido señalar una edad límite de trabajo con opción de gozar,
reuniendo ciertos requisitos, de una remuneración que le permita atender a su
subsistencia. Esta inquietud es anterior al nacimiento del Derecho de Trabajo.
Se hizo presente, a mediados del siglo XIX, sobre todo, tratándose de empleados
al servicio del Estado otorgándoles llegada cierta edad y con un determinado
número de años de servicios pensiones de cesantía y de montepío en favor de las
viudas, hijos menores e hijas solteras.
Fue en
la segunda mitad del siglo XIX y más intensamente en nuestro siglo que por
efectos de la industrialización, del desarrollo del maquinismo y concentración
laboral y competencia mercantilista que el problema se presenta
imperativamente. Por un lado, la gran industria basada en el máximo
aprovechamiento de la energía y del tiempo descartaba a los anpianos; por otro
lado, la intensidad y desgaste nervioso exigía un descanso llegada cierta edad.
A esto habría que sumar lo expuesto sobre el aumento en la extensión de la
vida. Se impuso así una jubilación graciosa en ciertas empresas y más tarde con
el desarrollo de los seguros sociales se extendió y se convirtió en
obligatoria. Se establecen dos requisitos esenciales: la edad que fluctúa entre
los 60 y 65 años y un número de cotizaciones que determinaban el monto
jubilatorio.
Importante
Precedente Histórico.- Cuando se estudie
la situación de los trabajadores de la tercera edad frente a la Seguridad
Social no podemos ni debemos ignorar un importante y valioso precedente nacido
en el continente americano, concretamente en el Perú durante la vigencia del
Imperio Incaico.
El
Imperio fue lo que hoy la doctrina política social y ciertas cartas políticas
denominan una "república de trabajadores". En el Estado incaico el
trabajo era un deber celosamente exigido y respetado. Desde la más tierna edad
hasta la más avanzada se señalaban las obligaciones laborales de los súbditos
pero era el período comprendido entre los 25 y 50 años la edad en la que el
trabajo era absolutamente obligado y parte de él al servicio del Estado. Los
súbditos del Imperio debían trabajar las tierras del culto, del Inca, del Ayllu
o sea la comunidad familiar, aparte del servicio en el ejército que era
rotativo. De los 50 a los 60 el trabajo disminuía y cumplidos los 60 el
ciudadano (Llamémoslo así) incaico, era sostenido por la comunidad. Lo propio
ocurría con los enfermos, los huérfanos, las viudas y los ausentes[2].
Este
sistema admirable no es un invento sino una realidad que recogieron admirados
los cronistas y los historiadores durante la vigencia de la época de la
conquista española y del posterior período del Virreynato y que inspiró la obra
de conocidos filósofos del Viejo Continente.
Muchas
de estas disposiciones fueron recogidas en reales cédulas, resoluciones
virreinales de diversa índole, como las Ordenanzas del Virrey Toledo, las dadas
para ciertas actividades como las Ordenanzas de Huamanga que constituían parte
del Derecho Indiano aplicado a América.
El Derecho
Incaico fue inspirador del Derecho Indiano. Mal hacen, pues, los historiadores
del Derecho Indiano de no investigar en el derecho inspirador que venía del
Imperio.
Hoy
mismo, en la sierra peruana, esta tradición se conserva. El anciano es
sostenido por la comunidad o la familia. Los parientes cercanos cultivan sus
tierras, un familiar acude a vivir con él y su vida, su persona y su consejo
son respetados y venerados en la comunidad familiar.
El
Aspecto Social. - "Al respecto
Vivanco señala que la situación por la que atraviesa la población de la tercera
edad dependerá siempre del tipo de sociedad en la cual se desenvuelva y del
lugar que ocupa dentro de ella". Al respecto, el Sr. Helmut Finger
jubilado alemán que ha llegado al Perú en busca de calor humano, que no se
encuentra con facilidad en países del Viejo Mundo, relata que percibe una
jubilación de 2,500 marcos alemanes, alrededor de 2,500 dólares y que los
ancianos gozan gratuitamente de asistencia médica y dental incluyendo prótesis.
("El Comercio" - Lima 10 de Marzo de 1989).
En la
sociedad industrializada, la disminución de la capacidad de trabajo aherroja a
los hombres de la tercera edad, lo que acontece menos en las poco desarrolladas
o en las comunidades agrarias tradicionales. Más aún, antes se explotaba a los
viejos y se les utilizaba, con bajos salarios mientras resultaba
"rentable", hoy, con los salarios mínimos o regímenes salariales
impuestos por los sindicatos, se prefiere a la gente joven que por su energís
aumenta la productividad.
"Gubruma
(1973) señala que la conducta de los viejos estará influida por tres factores:
la salud, los medios económicos y los apoyos sociales"[3].
Hollaway
y Youngblood (1988) remarcan la desvinculación del anciano, su rol menos activo
ya que la sociedad le ofrece cada vez menos posibilidades de asumir un papel en
ella.
Algunos
autores consideran que esa desvinculación la inician los propios ancianos,
otros (Mishara y Riedel 1986) creen que es la sociedad la que impele a los
viejos al retiro.
"Hay
quienes estiman que la continuidad de la misma está determinada por las
costumbres y gustos adquiridos a lo largo de la vida. Michara y Riedel 1986)
ponen como ejemplo que aquéllos que prefirieron la pesca al trabajo, una vez llegada
la jubilación se alegrarán de tener tiempo disponible para ir a pescar,
mientras que aquéllos que dejaron la pesca para cuando estuvieran jubilados y
supuestamente tuvieron tiempo, se cansarán muy pronto de esa actividad. El
juego (naipes, ajedrez y otros por el estilo) pueden ejercer la misma
influencia en casos semejantes.
La
vejez puede distraerse con nuevos roles que la gente activa puede realizar:
cuidar o, simplemente, regar un jardín tener una pequeña granja, criar animales
y el cuidado y decorado del hogar.
"Los
ancianos en los países en vía de desarrollo viven generalmente en situación de
extrema pobreza lo que trae como correlato deficiencias en la alimentación,
estado de salud, vivienda y demás servicios".
En
consecuencia, agrega el autor (Strleb 1965) los ancianos pierden o han perdido
la participación social, cultural, política y económica en la sociedad y han
llegado, en su mayoría, a un status de alta marginalidad". (Michara B. y
Rie del R. "El proceso de Envejecimiento", 1986 PG. 69).
En el
Perú, señalan Moreno (1987) y Vivanco, (1982) la población de la tercera edad
comprende dos grupos: uno que representa a la mayoría y que se caracteriza por
presentar problemas de pobreza, marginación, abandono social, mal estado de
salud, etc; y otro que abarca a una minoría y que cuenta con los privilegios
necesarios para su bienestar general.
Apoyo
Social.- La interrelación social es un factor
determinante que modula la sensibilidad y conducta del anciano. Su conexión con
la familia cercana, los amigos, vecinos, instituciones sociales y religiosas
van a influir en su ser anímico. La red social es la que va a determinar su
destino final. La presencia de la depresión, tan frecuente en los ancianos,
depende mucho del entorno que lo rodea.
Toda
persona, pero especialmente el anciano, necesita ayuda material y espiritual,
frente a los problemas angustiantes que presenta la vida y la propia edad.
Tener
"donde dirigir los ojos" como dirían nuestros abuelos, aun frente al
Estado que de protector se ha convertido con todas sus exigencias y legalismos
en stressante y expoliador.
Elemento
esencial es la familia. Un matrimonio bien avenido que llega unido a la vejez
es el mejor colchón para la inseguridad y la tristeza. Caminar juntos en la
vida para en la ancianidad mirar el paisaje sentados al pie de la misma
ventana. En segundo lugar, están los hijos que no pequen de ingratitud y los
nietos que alegran la vida de los abuelos cuando su presencia está dosificada.
En tercer lugar los amigos, preferentemente los más antiguos, aunque ello no
excluye las nuevas amistades a veces de insospechadas sorpresas cuando hay
afinidad en los caracteres.
"Para
Sarason y colaboradores (1983) los dos elementos básicos del soporte social son
la percepción de que existe un número suficiente de personas disponibles a las
cuales se puede recurrir en momentos difíciles y la satisfacción con el soporte
social del que se dispone".
Mucho
depende, también, de las experiencias recibidas de niño y en las etapas
subsiguientes pero el análisis de estos supuestos nos llevaría a sumergirnos en
aspectos científicos que nos alejarían de nuestro tema específico.
Hay
muchos estudios al respecto que dan preeminencia a diversos elementos entre
ellos al confidente (que puede ser un amigo, un sacerdote, un sicólogo) a la familia
o a ciertas instituciones. El hecho es que la persona para no desintegrarse
espiritualmente necesita de la interconexión sentimental humana.
Noticias
procedentes de Washington (20 de Marzo de 1989) traen nuevos vientos de
esperanza para la gente de avanzada edad. Las campañas farmacéuticas de Estados
Unidos están creando mas de 200 nuevas medicinas para el tratamiento de los
males de la ancianidad sobre todo las afecciones cardiacas, la osteoporosis, el
cáncer, la enfermedad de Alzheimer.
El señor Gerard Mossinghoff presidente de
la Asociación de Fabricantes Farmacéuticos anuncia que han identificado 221
medicinas y ensayos clínicos de 77 compañías para el tratamiento de 23
enfermedades y calculan que 3600 millones de dólares, aproximadamente la mitad
del presupuesto de investigación y desarrollo de la industria farmacéutica para
1989, se dedicó a la investigación de las enfermedades que principalmente
atacan a las personas mayores.
Otra
nota llegada de Miami el mismo día, destaca que el Dr. Charles Rever, Jefe de
Medicina Geriátrica de Mount Sinaí dice: "Se debe evitar la aceptación de
estereotipos, como el pensar que uno se imposibilitará o enfermará a medida que
avanza el envejecimiento, porque, en realidad, la mayoría de los ancianos son
personas sin problemas graves de salud ni invalidez".
Añade
este especialista que tampoco se debe pensar: "Como ya tengo tantos años,
no puedo hacer tal y tal cosa. Y están en un gran error, pues los ancianos, con
algunas concesiones, pueden seguir haciendo muchas de las cosas que hacían
cuando eran jóvenes".
Según
este eminente geriatra "Lo primero que hay que hacer para poder lidiar con
la situación de la vejez es tratarla como una nueva oportunidad que nos brinda
la vida. Debe pensar en su mente como en un músculo más y ejercitarlo. Quizás
debieran intentar hacer las cosas que no hicieron en su juventud por falta de
tiempo o de recursos. Hay que darse otra oportunidad".
La
jubilación en el Perú. - A mediados del
siglo pasado se estableció en el Perú con fecha 20 de diciembre de 1850,
promulgada el 22 de enero de 1851 el derecho de cesantía y jubilación para los
empleados públicos. La edad de jubilación fue fijada en 60 años.
Con
data 12 de agosto de 1936 se creó el Seguro Social Obrero, que amparaba a la
clase trabajadora dependiente y estableciendo mediante la usual contribución
tripartita (empresario, trabajador y Estado) la cobertura de los riesgos de
enfermedad, maternidad, invalidez, vejez y muerte. La pensión de vejez, o
jubilación se establecía para el asegurado que hubiera cumplido 60 años de edad
y que tuviera por lo menos 1040 compensaciones semanales siendo la pensión
igual al 40% de su salario o renta medias obtenidos durante los últimos cinco
años. La pensión se aumentaba en un 2% por cada cien imposiciones semanales más
que tuviera el asegurado hasta el 60 por ciento en total como máximo. Se
mejoraba la pensión si el asegurado tenía cónyuge mayor de 60 años de edad o
inválidos y sin derecho por esos conceptos a una pensión o hijos menores de 14
años o inválidos. La mejora importaba un aumento de 1% por el cónyuge y cada
uno de los hijos sin exceder del 10% del salario o renta medias tomadas para la
pensión de vejez.
Se
señalaban otras condiciones para los que no habían alcanzado el mínimo de
imposiciones señaladas por la ley.
En
1948 se estableció el Seguro Social del Empleado. En el Perú como en otros
países americanos se diferenciaba al obrero del empleado según predominara el
esfuerzo material o intelectual en el trabajo. El Seguro del Empleado
estableció para éstos los mismos beneficios que el Seguro Social Obrero.
Posteriormente
se han unificado los dos organismos y las prestaciones son iguales para unos y
otros empleándose apropiadamente el término trabajador. (Previamente se había
establecido la jubilación a cargo de las empresas con determinado capital y 40
años de servicios ininterrumpidos que luego fueron rebajados, pero esta cita la
hago sólo como referencia histórica).
Hoy,
la jubilación tiene varios regímenes. Para los trabajadores en general, la indicada
(60 años varones, 55 mujeres). Sin embargo, hay profesiones beneficiadas con
menor número de años. Por reciente ley (N° 25009 de 4 de Enero de 1989) los
trabajadores mineros que laboren en minas subterráneas o los que realicen
labores directamente extractivas en las minas a tajo abierto tienen derecho a
percibir pensión de jubilación a los cuarenticinco (45) y cincuenta (50) años
de edad, respectivamente.
Los
trabajadores que laboran en centros de producción minera, tienen derecho a
percibir pensión de jubilación entre los 50 y 55 años de edad, siempre que en
la realización de sus labores estén expuestos a los riesgos de toxicidad,
peligrosidad e insalubridad, según la escala establecida en el reglamento de la
ley.
Se
incluyen en los alcances de la ley a los trabajadores que laboran en centros
metalúrgicos y siderúrgicos.
Para
los magistrados del Poder Judicial la edad jubilatoria es a los 70 años. Como
para administrar justicia se requiere serenidad y experiencia este mayor límite
es justificado. Algunas veces se redujo dicha edad con una finalidad política
para hacer cesar a determinadas personas pero nuevamente se restableció ese
tope.
Los
maestros universitarios y profesorado en general pueden ejercer la enseñanza
también hasta los 70 años.
Los
magistrados del Tribunal de Garantías Constitucionales no tiene edad límite
para el ejercicio de sus funciones.
La
Situación de los Jubilados en el Perú.- En el
año 1981 el Instituto de Seguridad Social realizó el Primer Censo Nacional de
Jubilados. En él se encontró que la población de pensionistas de la tercera
edad constituye sólo el 10% de la población nacional (de tercera edad).
Asimismo se observó que el 60% de los pensionistas presentaba problemas de
salud, el 40% vivía con sus hijos y no les alcanzaba para una vida
independiente, económicamente hablando; el 30% recibía ayuda de otros
familiares, el 20% compartía habitación con amigos, el 8% era independiente y
el 2% vivía en asilos del Estado. (Ministerio de Justicia 1982).
Al año
siguiente, la misma institución llevó a cabo la "Encuesta Nacional sobre
la Problemática de la Tercera Edad" en el Instituto Peruano de Seguridad
Social. Los resultados de la misma, indicaron que el 5.3% de la población total
del Perú está integrada por personas mayores de 60 años, la mayor concentración
se ubica entre los 60 y los 64 años, y el 48.1% corresponde a hombres y el
51.9% a mujeres. Este estudio constató los resultados del anterior en el
sentido de que efectivamente, la población pensionista en el IPSS conforma
únicamente el 10% de la población total de la tercera edad del país.
De
este porcentaje la mayor parte (68.1%) corresponde a la región Lima y la menor
parte (0.4%) a la región oriente.
Del
100% de los pensionistas se logró entrevistar a 44,466. En la distribución por
sexo se encontró que 81% correspondía a hombres y 19% mujeres.
En
cuanto a su viviendas, éstas se hallaban ubicadas por lo general en urbanización
populares y barrios marginales. El 63% de los encuestados indicó tener vivienda
propia, de este porcentaje el 53% correspondió a hombres y el 10% a mujeres; el
32% refirió vivir en una vivienda alquilada y e14% sostuvo estar alojado en una
vivienda ajena. Se consideró mínima la cantidad de pensionistas que se
encontraba aislada, el 93.40% vivía con sus familiares y así preferían hacerlo.
Respecto a las personas que habitaban solas, se observó que muchos de ellos
habían sido abandonados por los suyos en el momento en que bordeaban la tercera
edad.
En
relación a su situación económica, se halló que sólo el 30%, aproximadamente,
contaba con recursos para cubrir sus necesidades básicas. En el estudio se
señala que la insatisfacción del anciano tiene entre sus principales causas la
falta de recursos económicos. Al respecto se observó la existencia de
significativas diferencias entre las pensiones de los jubilados según su zona
de residencia. Frente a la pregunta de si estarían dispuestos a realizar
actividades que logren incrementar su economía así como tener una actividad
permanente, los pensionistas respondieron que lo deseaban definitivamente . En
su mayoría querían y podían valerse por sí mismos ya que consideraban que de
ese modo se sentirían además útiles y necesarios.
Entre
los principales problemas que manifestaron los pensionistas, destaca la falta
de ocupación derivada de su paso a la "inactividad" generada por la
jubilación (IPSS, 1982).
Reportajes
periodísticos verificados últimamente (febrero, marzo de 1991) recogían el
clamor de las bajas remuneraciones jubilatorias frente a la inflación actual,
la demora en pagarles y la asistencia ineficiente en los centros de salud.
Conclusiones
Y,
ahora, preguntamos qué puede hacer el Derecho de Trabajo y la Seguridad Social
frente a la Tercera Edad.
Del
análisis anterior se desprenden las siguientes consideraciones:
1° La
población longeva va en aumento tanto en los países desarrollados como en los
que se encuentran en vías de desarrollo. Es un hecho social que el Estado debe
encarar con toda seriedad.
2°
Alcanzada la tercera edad la persona que ha trabajado durante su vida útil
tiene derecho al descanso con una remuneración que le permita vivir con decoro
y sin angustias económicas.
Para
tal fin, el Estado debe estructurar debidamente, con cálculos actuariales
serios y con atinadas inversiones financieras, los institutos de previsión
social que se encarguen de pagar las pensiones, a fin de que éstas puedan ser
indexadas sin ponerse en riesgo de falencia.
3°
Lograda la edad jubilatoria, el retiro podría ser paulatino, si así optara el
beneficiario, disminuyendo la jornada de trabajo, u ocupándose de labores con
menos responsabilidad y esfuerzo. Ello traería las siguientes ventajas:
a) El
trabajador no sufriría el trauma que a veces lo afecta al cesar en el trabajo y
que le hace sentir la sensación de no ser una persona útil. b) La empresa
aprovecharía la experiencia y conocimientos del trabajador quien podría ser
orientador de trabajadores jóvenes.
c) Las
instituciones de previsión social no se verían afectadas, sino por el contrario,
economizarían al diferir el pago de estas pensiones o en abonarlas proporcionalmente
con el empleador que sería otra alternativa.
d)
Alcanzados los 65 años el trabajador cesaría si así la empresa lo determinara.
Es conveniente la renovación de personal y el ingreso de la gente joven a los
centros de labor. Ahora bien, si empresa y trabajador están de acuerdo en que
continúe la relación laboral, después de esta edad no habría inconveniente en
ello.
4°
Preocupación del Estado debe ser atender a la salud corporal del anciano con
hospitales o postas médicas especializadas y exclusivas. La atención medica y
farmacológica debería ser gratuita.
5°
Igual preocupación debe tener con relación a la salud espiritual y la paz que
debe gozar todo anciano. Para ello es menester fomentar clubes de ancianos con
distracciones adecuadas, (bibliotecas, juegos de salón, dictado de
conferencias, etc) y facilitarles su concurrencia a espectáculos con tarifa
preferencial, rebajas de pasajes y otras medidas similares; y asistencia
significativa cuando fuere necesario.
6° En
el caso que por desamparo u otros motivos atendibles, el jubilado tuviera que
ir a un asilo, éste, en lo posible, debe tener calor de hogar donde se le
brinde los cuidados y atención señalados en los dos items anteriores. Se
procurará dotar a los asilos de huertos y talleres de artesanía que sirvan de
ocupación y entretenimiento a los ancianos.
7° El
Estado debe contemplar la situación de los que carecen de cobertura jubilatoria
por no haber sido trabajadores dependientes y no tener medios económicos para
subsistir. Para ello debe establecerse un impuesto (por ejemplo a las bebidas
alcohólicas) destinado exclusivamente a ese fin.
Un
sentido solidario y humano exigen esta previsión.
[1] Las notas anteriores han sido entresacadas de
"Soporte Social, Actividad y Actitudes hacia la jubilación en un grupo de
Maestros Jubilados", Tesis presentada por María Graciela Vargas Polseda para
obtener el grado de bachiller en Humanidades con mención en Psicología en la
Pontificia Universidad Católica del Perú.
[2] Si se desea profundizar en el tema
véase "Normas de trabajo en el Imperio de los Incas", del autor de
este ensayo.
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