miércoles, 24 de mayo de 2017

Entre Don Quijote y Sancho, ¿Relación Laboral?- MANUEL ALONSO OLEA





Análisis Laboral, AELE, mayo 2005.

Entre Don Quijote y Sancho, ¿Relación Laboral?[1]
MANUEL ALONSO OLEA[2]

Publicamos este interesante y delicioso artículo de Manuel Alonso Olea en ocasión del IV Centenario del Quijote de la Mancha. En él se recogen los argumentos del escudero Sancho por los cuales debía recibir un salario y los del Quijote para quien jamás caballero andante señaló salario a su escudero; sólo mercedes, favores.

 ENTRE DON QUIJOTE Y SANCHO, ¿RELACIÓN LABORAL?

Tarde ya en su relación, aunque a tiempo todavía para que de algo sirviera, tres días antes de su tercera salida se decidió Sancho, con poca fortuna pese al preámbulo laborioso y altisonante del que usó...

Es el caso que como vuestra merced mejor sabe, todos estamos sujetos a la muerte, y que hoy somos y mañana no, y que tan presto se va el cordero como el carnero, y que nadie puede prometerse en este mundo más horas de vida de las que Dios quisiera darle...

Con poca fortuna, decía, se decidió Sancho a plantear formalmente a su señor la cuestión de cómo habían de ser retribuidos sus servicios, inclinándose más por el pago cierto, quizá escaso, que por el incierto, cuantioso quizá:

...no quiero estar a mercedes que llegan tarde o mal, o nunca ... yo quiero saber lo que gano, poco o mucho que sea.

Voy a parar, dice así Sancho, en que vuestra merced me señale salario conocido de lo que me ha de dar cada mes el tiempo que le sirviera, y que el tal salario se me pague de su hacienda.
La merced puede venir por añadidura y, si viniera, de ella se deduciría el salario percibido:

... si sucediese ... que vuesa merced me diese la ínsula que me tiene prometida .... lo que montara la renta de la tal ínsula ... se descuente de mi salario ...

De forma que, entre el que presta los servicios, Sancho, y el que los recibe, don Quijote, puede existir a juicio del primero, como acabará existiendo también a juicio del segundo, tal como se ha de ver, un doble tipo de relación: onerosa estricta la una, contraprestación de salario que retribuye los servicios prestados; más bien gratuita la otra, hija del agradecimiento nacido en el seno de la relación. El trabajo prestado siendo causa en la primera, ocasión –que pone a la causa en condiciones de producir sus efectos– en la segunda.

Una doble relación o una sola relación que indisolublemente junta salario y merced.

Con poca fortuna –decía– porque don Quijote se inclina decidido por la merced:

Mira Sancho: yo bien te señalaría salario, si hubiera hallado en alguna de las historias de los caballeros andantes ejemplo que me descubriese y mostrase por algún pequeño resquicio qué es lo que solían ganar cada mes o cada año; pero ... no me acuerdo de haber leído que ningún caballero andante haya señalado conocido salario a su escudero. Sólo sé que todos servían a merced.

Consecuentemente, elevando ya el tono, dejando el tuteo y dirigiéndose a Sancho de Usted, para marcar el distanciamiento, como casi siempre que se irrita con él (un detalle éste que me resaltó Don Rafael Lapesa):

Hablo de esta manera, Sancho ... y ... quiero decir y os digo que si no queréis venir a merced conmigo ... que Dios quede con vos y os haga un santo, que a mí no me faltarán escuderos ...

Oído lo cual, Sancho acepta y se disculpa, por decencia y por agradecimiento, sabiendo,

… el deseo que vuesa merced tiene de hacerme merced …

Y desvía de sí la responsabilidad de su impertinencia:

…Si me he puesto en cuentas de tanto más cuanto acerca de mi salario, ha sido por complacer a mi mujer, la cual …

[Efectivamente, Teresa Panza, en plática discreta y graciosa, había recordado a su marido la necesidad de educar a Sanchico y de dotar a Mari Sancha [3].]

Don Quijote, por cierto, calmado así ya, vuelve inmediatamente al tu: ¿No te dije yo, Sancho...?

* * *

Quizá recordara Sancho que, con más suavidad, había planteado el tema, con resultado similar, tras su apaleamiento por don Quijote –le asentó (dice el narrador) dos palos, tales, que si, como los recibió en las espaldas, los recibiera en la cabeza, quedara libre de pagarle el salario, si no fuera a sus herederos– tras el apaleamiento, decía, siguiente a la aventura de los batanes, sin que estuviera tan seguro don Quijote sobre qué a sus escuderos,

... les suelen dar tras haberle dado de palos, si ya no es que los caballeros andantes dan tras palos ínsulas, o reinos en tierra firme.
Y al no estar tan seguro no fue tan terminante, aunque también distinguió entre la gracia, merced o recompensa, hija de la satisfacción y del agradecimiento y la remuneración estricta debida por el trabajo prestado:

... las mercedes y beneficios que yo os he prometido llegarán a su tiempo; y si no llegaren, el salario, a lo menos, no se ha de perder.
Pero Sancho quedó entonces aún menos convencido de lo que quedaría después:

... está bien cuanto vuestra merced dice; pero querría yo saber, por si acaso no llegase a tiempo de las mercedes y fuese necesario acudir al de los salarios, cuánto ganaba un escudero de un caballero andante en aquéllos tiempos, y si se concertaban por meses, o por días, como peones de albañil.

Ahora don Quijote, ni aún sacudido por el ejemplo, o quizá por ello, no es que no recuerde, sino que está bien seguro:

... no creo yo ... que jamás los tales escuderos estuvieran a salario, sino a merced.

Y rápidamente cambia de tema, pasando casi sin transición a hablar de lo que podría sucederle, como caballero andante.

... en estos tan calamitosos tiempos nuestros ...; [por lo cual, ya ha provisto para Sancho] ... en el testamento cerrado que dejé en mi casa.

Reiterando así, por cierto, lo que poco antes le había dicho, al referir el recado y embajada que había de llevar de su parte a su Señora Dulcinea, a saber, en cuanto a esta promesa de pago «post mortem»:

... que, en lo que tocaba a la paga de sus servicios, no tuviese pena, porque él había dejado hecho su testamento antes que saliera de su lugar, donde se hallaría gratificado de todo lo tocante a salario ... del tiempo que hubiese servido [4].

Sancho deja el tema aquí sin insistir; sin pedir siquiera, como después lo haría, al concluir la plática a la que ya me he referido, de la tercera salida,

... que vuestra merced ordene su testamento con su codicilo, en modo que no se pueda revolcar.

(Un inciso aquí, aparte del revolcar por revocar –testamento y codicilo que no se pueda revolcar, en lugar de testamento y codicilo que no se pueda revocar– según puntualmente anotó Sansón Carrasco.

Quería Sancho que la voluntad testamentaria cuya declaración pedía ahora a don Quijote fuera su última voluntad, petición que frente a la impresión inicial contraria podía tener algún fundamento.
La regla del Código Civil, artículo 737, sobre la revocabilidad esencial de «todas las disposiciones testamentarias... aunque el testador exprese en el testamento su voluntad o resolución de no revocarlas», teniéndose, en consecuencia, «por no puestas las cláusulas... en que ordene el testador que no valga la revocación si no la hiciere con ciertas palabras o señales», esta regla, digo, como es sabido, es romana vieja «la voluntad del [testador] o disponente, puede mudarse hasta el fin de la vida», «... usque ad supremum vitae exitum», dijo Ulpiano y recogió el Digesto [34.4.4], que insistió: «nadie puede imponerse a sí mismo la ley de no poder revocar su voluntad anterior» [32.22]; de donde pasó a las Partidas: «el primero testamento se puede desatar por otro que fuesse fecho despues cumplidamente» [6.a.I.XXI], esto es, «con las formalidades propias para testar», como sigue diciendo hoy el artículo 738 del Código. Pero todavía en tiempos de Sancho, y durante siglos después, hasta el Código cuyo centenario acabamos de celebrar, estuvo vigente la enigmática Partida 6.a, Título I, Ley 22 –de ella dijo García Goyena, comentando el artículo 717 del Proyecto de 1851 que la derogaba, de tenor similar al actual ya citado artículo 737, que no tenía «apoyo alguno en el Derecho Romano, ni razón alguna plausible» [Concordancias, comentario al artículo 717]– que limitaba la revocabilidad, quando el testador dize assi: Este mio testamento, que agora fago, quiero que vala para siempre, e non quiero que vala otro testamento, que fuesse fallado, que ouiesse fecho ante deste, nin despues, exigiendo para el caso fórmula especial de revocación. Así, y con esto concluyo este inciso impertinente quizá, no andaba del todo a ciegas Sancho cuando quería testamento con su codicilo ... que no se pueda revolcar.)

Por supuesto, Sancho tenía ideas muy claras acerca de lo que se le debía. Cuando don Quijote le dice que mire lo que puede y debe ganar cada mes, abre su respuesta:

Cuando yo servía a Tomé Carrasco, el padre del bachiller Sansón Carrasco, que vuestra merced bien conoce, dos ducados ganaba al mes, amén de la comida.

Y la continúa reflexionando cuánto más duro es servir a don Quijote que lo fue servir a Tomé Carrasco; con ponderación tanta que fuerza la pregunta de don Quijote:

¿Cuánto parece que os debo dar más de lo que os daba Tomé Carrasco?,

para lo cual tiene la respuesta presta:
Con dos reales más que vuesa merced añadiese cada mes me tendría por bien pagado,

y más que presta, porque inmediatamente recuerda la merced prometida. Los dos ducados y dos reales son salario,

Esto es en cuanto al salario de mi trabajo.

Pero además, don Quijote debe tener en cuenta,

La palabra y promesa... que me tiene hecha de darme el gobierno de una ínsula [por lo que] sería justo que me añadiesen otros seis reales que por todos serían treinta.

(Cálculo exacto, desde luego, porque el ducado, que era ya moneda imaginaria o unidad de cuenta en el siglo XVII, equivalía a once reales de vellón).

En mala hora sacó Sancho a relucir la palabra y promesa y más cuando al capitalizarlas quiso retrotraerlas a la fecha en que se hicieron, situando ésta, con abuso notorio, veinte años [antes], tres días más o menos.

Pero ni el abuso pasa desapercibido,

Pues no anduve yo en Sierra Morena, ni en todo el discurso de nuestras salidas, sino dos meses apenas, y ¿dices Sancho, que ha veinte años que te prometí la ínsula? Ahora digo que quieres que se consuman en tus salarios el dinero que tienes mío.

Ni, menos, a la vez, lo incongruente de la petición en bloque,

Pero dime, prevaricador de las ordenanzas escuderiles de la andante caballería, ¿dónde has visto tú, o leído, que ningún escudero de caballero andante se haya puesto con su señor en tanto más cuanto me habéis de dar cada mes que os sirva? Éntrate, éntrate, malandrín, follón, vestiglo, que de todo pareces...

Sigue una sarta de vituperios; ante los cuales compungióse [Sancho] de manera que le vinieron las lágrimas a los ojos, se disculpó con el refrán consabido, como de ordinario noble y pertinente –quien yerra y se enmienda a Dios se encomienda– perdonó don Quijote, siempre que hubiera, en efecto, propósito de enmienda,– yo te perdono, con que te enmiendes, y con que no te muestres de aquí en adelante tan amigo de tu interés –volvió a prometer merced– te alientes y te animes a esperar el cumplimiento de mis promesas, que, aunque se tarda, no se imposibilita –se acomodaron ambos para pasar la noche, don Quijote... al pie de un olmo y Sancho al de una haya... y al salir del alba siguieron su camino buscando las riberas del famoso Ebro[5].

* * *
No se sabe qué admirar más en estos textos, si su belleza o su agudeza, en la lucha llena de sutilezas, incluidas las jurídicas, y de humor, en los argumentos de don Quijote y Sancho sobre la certeza del salario, que proporciona a la prestación de servicios a otro su objeto cierto, y que por consiguiente, hace de ella un contrato, y la recompensa gratuita por el servicio fiel, de la que los servicios contractualmente prestados son ocasión, y los servicios mismos modalmente donados. Hoy habría que decir que la presunción está en favor de que todo lo que el trabajador recibe de su empleador le es debido por la prestación de sus servicios. Pero con todo, la presunción es juris tantum y puede por tanto ser destruida mediando la demostración de que lo que se pagó se dio por otro título, y que éste pudo ser gratuito.
* * *
No sólo en la relación tan singular entre don Quijote y Sancho aparece la distinción entre salario y merced, ni sólo es esta distinción y su ambivalencia lo que marca la singularidad de la relación de servicios que Sancho presta a don Quijote.

En cuanto a lo primero, en pasajes característicos, o que me lo parecen:

–El leonero quiere que, si abre la jaula, se le indemnice por los daños previsibles:

... protesto a este señor que todo el mal y daño que estas bestias hicieren corra y vaya por su cuenta, con más mis salarios y derechos.

Don Quijote no hace cuentas y ordena a Sancho que le dé al carretero para él y para el leonero... dos escudos de oro... en recompensa de lo que por mí se han detenido, reputando esto una merced, mezclada aquí la buena voluntad del pago con la indemnización de unos daños dudosos. En cualquier caso, lo que don Quijote paga es recibido como merced:

... besó las manos el leonero a don Quijote por la merced recibida[6].

–La dueña Rodríguez comienza a desbuchar todo aquello que tiene dentro de su cuitado corazón, narrando cómo

... mis padres me acomodaron a servir de doncella de labor de una principal señora...; quedé huérfana y atenida al miserable salario y a las angustiadas mercedes que a las tales criadas se suele dar en palacio [7].

Míseros para ella los dos, con todo doña Rodríguez distingue bien claramente entre el salario que se le paga porque le es debido por sus servicios y la merced que si acaso se le da.

–Maese Pedro, el del retablo de Melisendra, libertada por don Gaiferos, y del mono adivino, se niega a aceptar los dos reales anticipados que Sancho le ofrece si le dijera:

 ... el señor monísimo, qué hace ahora mi mujer Teresa Panza y en qué se entretiene.
No quisó tomar Maese Pedro el dinero, diciendo:
No quiero recebir adelantados los premios sin que hayan precedido los servicios.

Formulación ésta vieja y clásica del principio hoy llamado de la «post remuneración», que hace una excepción del anticipo salarial; aunque ante este pasaje más bien diría el moderno, que nos hallamos ante un arrendamiento «civil» de servicios mejor que ante un contrato de trabajo[8].
* * *

En cuanto a lo segundo –muy brevemente ya, y no desde luego porque quede agotada la riqueza del tema– en cuanto a la contemplación de la relación de nuestros héroes desde perspectiva distinta a la de salario-merced.
Decimos hoy, más o menos, que la relación libre de trabajo que emerge del contrato se caracteriza por la posibilidad de que las partes del mismo unilateralmente se aparten de su cumplimiento, lo resuelvan o extingan; seguimos diciendo que a la resolución unilateral decidida por el empresario la llamamos despido, y que para la decidida por el trabajador no tenemos nombre especial, por lo que hablamos pesadamente de resolución del contrato de trabajo por voluntad unilateral del trabajador. Porque, proseguimos, si hubiéramos de atenernos al lenguaje usual, tendríamos que hablar también de despido. El trabajador, en efecto, se despide o es despedido; él se despide, como sujeto activo, o le despiden como sujeto pasivo.

Pues bien, en la novela cuenta Berganza a Cipión:

Servía bien, queríanme luego bien, y nadie me despidió, si no era que yo me despidiese, o, por decir mejor, me fuese[9].

Un pasaje en cuyo último inciso, por cierto, llega Cervantes a las porciúnculas más recónditas de la resolución unilateral por el trabajador distinguiendo entre la expresa, normalmente preavisada, y el abandono simple de la ejecución; y, por supuesto, entre el despedirse y el ser despedido.

Y es el temor a que Sancho abandone o se despida el que precisamente suaviza la cólera de don Quijote cuando tras los improperios –prevaricador, malandrín, follón, vestiglo– y tras la amenaza de despido:

... vuelve las riendas, o el cabestro, al rucio, y vuélvete a tu casa; porque un solo paso desde aquí no has de pasar más conmingo,

cae en la cuenta de que Sancho puede aceptar el envite e inmediatamente muda la puesta para convertir lo que de otra forma sería extinción por mutuo disenso o despido que Sancho padeciera en despido por éste querido:

¡Oh, promesas mal colocadas!... ¿Ahora, cuando yo pensaba ponerte en estado... te despides? ¿Ahora te vas...?

Tras lo cual, y algo más, la compunción de Sancho, ya dicha [10].
* * *
Voy a concluir volviendo al tema de la retribución; a fin de cuentas, son los servicios prestados y su remuneración, de una u otra forma convenida, los que componen el sinalagma contractual.
Don Quijote, de vuelta a su lugar, enjaulado por quienes querían procurar la cura de su locura en su tierra, tras de oír y creer la verdad de cuanto con voz simulada le profetizó el barbero –no el del albarda, sino el otro– acerca de su matrimonio, alzó la voz y dando un gran suspiro, entre otras cosas, dijo:

... en lo que toca a la consolación de Sancho Panza, mi escudero... cuando no suceda, por la suya o por mi corta ventura, el poderle yo dar la ínsula u otra equivalente, que le tengo prometida, por lo menos su salario no podrá perderse...

Todavía en la indeterminación salario o merced, aunque vencido más bien hacia el primero, hacia el salario que no puede Sancho perder, remite en fin don Quijote a...

... mi testamento que ya está hecho [donde] dejo declarado lo que se le ha de dar, no conforme a sus muchos y buenos servicios, sino a la posibilidad mía [11].

* * *
Al final deja de saberse qué es lo debido y exactamente cuál sea el título por el que se paga; o, más bien, se acumulan salario y merced en el legado; en efecto, al dictar su testamento, llegando a las mandas dijo al escribano don Quijote ser su voluntad que...

... de ciertos dineros que Sancho Panza... tiene [míos] quiero que no... se le pida cuenta alguna, sino que si sobrase alguno después de haberse pagado lo que le debo, el restante sea suyo, que será bien poco y buen provecho le haga.

De lo que Sancho se sintió satisfecho y en lo que, salario y merced, se regocijó...

...que esto del heredar borra o templa en el heredero la memoria de la pena que es razón que deje el muerto[12].

UNA NOTA FINAL OBLIGADA

En mi generación, en nuestra generación, más o menos, el de este ensayo ha sido tocado por otros; que a mí me conste:

Por León Martín Granizo, como me ha recordado Fernando Suárez, abriendo el número 1 de los Cuadernos de Política Social (después Revista de Política Social, hasta la desaparición absurda y desdichada de ésta), Madrid, 1949, páginas 9 a 28, con el título El Trabajo y don Quijote.

Por el eximio laboralista peruano José Montenegro Baca, en El Derecho del Trabajo en «El Quijote», en «Homenaje al I Congreso Iberoamericano de Derecho del Trabajo», celebrado en Madrid, en 1965 – que presidió Eugenio Pérez Botija y del que fui secretario; quizá por esto Montenegro me dedicó un ejemplar. El libro está editado en Trujillo de Perú, en 1965, y de él son especialmente interesantes a nuestros efectos los capítulos III y IV, páginas 29 a 46. Fue recensionado con primor este libro por Héctor Maravall, en la ya entonces Revista de Política Social, número 73, 1967, páginas 183-184.

Por José Lozano Ruiz se publicó en Madrid, 1958 –con prólogo de Rafael Lainez Alcalá, mi maestro, como de tantos de vosotros, de la promoción de Licenciados en Derecho 1941-1946; años en los cuales, venturosamente, el plan de estudios tenía Arte como asignatura optativa, que muchos cursamos, guiados por Don Rafael en el Museo del Prado– una Silueta de Derecho Social en el Quijote, de la que destaco su capítulo V, páginas 57 a 85, con sus largas y pertinentes transcripciones de textos.

Por el Magistrado del Tribunal Supremo, compañero mío en una legislatura de la Junta Electoral Central, José Pérez Fernández, que dedicó el capítulo VI, páginas 67 a 80, de su Ensayo humano y jurídico de El Quijote, Madrid, 1965, a «La relación de Don Quijote y Sancho Panza».

Finalmente, yo mismo escribí la que bien pudiera llamarse primera versión de esta charla, que con el título Salarios y mercedes. Indagación mínima sobre un tema de El Quijote se publicó, como aportación al libro Homenaje al Profesor Juan García Abellán, por la Real Academia Alfonso X El Sabio, en Murcia, 1991, páginas 13-17.
* * *
Me queda por decir, y es bien importante, que la edición de el Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha que he utilizado, y a cuya paginación refieren las notas, es la 8a. de Martín de Riquer, en dos volúmenes, Barcelona, 1974.




[1] "Edición original, reproducida con autorización del autor, publicada por el Servicio de Publicaciones de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, Madrid 1992".
[2] Manuel Alonso Olea ha sido Catedrático de las Universidades de Sevilla y Murcia, durante veinticinco años de la Complutense y hoy Profesor Emérito de esta Universidad. Los más de trescientos títulos que tiene publicados –libros generales, monografías, ensayos y estudios de distintos tipos, varios de ellos traducidos al alemán, francés, inglés, italiano, portugués– comprenden sus clásicos Derecho del trabajo e Instituciones de Seguridad Social, ambos hoy en su duodécima edición, y los tan conocidos Introducción al Derecho del Trabajo, Derecho Procesal del Trabajo y Comentario al Estatuto de los Trabajadores. Creador de una escuela, muchos de cuyos componentes son hoy colaboradores y coautores de su obra, su empresa última notable es la publicación anual de los Comentarios a las Sentencias del Tribunal Constitucional sobre Trabajo y Seguridad Social.

[3] Todo esto en la segunda parte, capítulo VII, págs. 585 a 587; salvo la referencia a la Discreta y graciosa plática que pasó entre Sancho Panza y su mujer Teresa Panza; rúbrica del capítulo (VII de la misma parte segunda, pág. 570). También de 2a. VII, (pág. 588), es lo que más adelante se dirá a propósito de la irrevocabilidad del testamento.
[4] Todos estos pasajes en la primera parte, capítulo XX, págs. 186 a 190.
[5] Segunda parte, capítulo XXVIII, págs. 747-749.
[6] Segunda parte, capítulo XVII, págs. 655 y 658-659.
[7]  Segunda parte, capítulo XLVIII, págs. 882-883.
[8]  Segunda parte, capítulo XXV, pág. 724.
[9] El coloquio de los perros. Ed. H. Sieber de las «Novelas ejemplares», vol. II, 9a. ed. Madrid, 1987, pág. 312.
[10] Segunda parte, capítulo XXVIII, pág. 748.
[11] Primera parte, capítulo XLVI, págs. 472-473.
[12] Segunda parte, capítulo LXXIV, págs. 1065-1066.

domingo, 21 de mayo de 2017

ANÁLISIS LABORAL, AELE, MAYO 2004, Dr. LUIS APARICIO VALDEZ (+)





ANÁLISIS LABORAL, AELE, MAYO 2004
CARTA DEL DIRECTOR

Apreciado amigo:

Hace 50 años, en 1953, se instaló en Lima una misión técnica de la OIT para el Área Andina con la finalidad de promover los derechos de los pueblos indígenas. Ese primer paso fue seguido por otros que culminaron siete años después con su reconocimiento, primero, como un Centro de Acción Regional de la OIT y más tarde, como la Oficina Regional para América Latina y el Caribe.

¿Cuál ha sido la evolución del munto del trabajo y la OIT en estos 51 años transcurridos? Este fue el tema desarrollado por 4 ex Directores y su actual director, señor Agustín Muñoz y que reseñamos a continuación.

Es poco conocido que la oficina de Lima fue la primera que se creó fuera de la sede central de Ginebra y que con ella se inició el proceso de descentralización de la OIT. Al frente de la Oficina de Lima estuvo en aquella época el legendario don Carlos Dúgard. Quién le siguió fue Julio Galer. A él le tocó impulsar la formación profesional, los estudios y propuestas sobre migración interna y el impulso al desarrollo de la Administración del Trabajo.

En los ochentas temas fundamentales fueron el Diálogo Social y la Cooperación Técnica mientras conocíamos frustradas experiencias populistas y lo que es el terrorismo. Dirigió la Oficina de Lima en buena parte de aquella época, Jorge Capriata.

Época interesante fue la de final del siglo veinte. Los noventas dieron paso al proceso de globalización y al avance de la integración latinoamericana, a la privatización y también a varios gobiernos dictatoriales.

Ésta época conoció avances del Diálogo Social y sobre todo en 1998 a la Declaración de los Derechos Fundamentales en el Trabajo de la OIT mientras se desarrollaban en el mundo Códigos de Conducta y se abría campo la competitividad, la urgencia de reducir costos de las empresas y el riesgo de que se desarrollara una tendencia de rebajar las remuneraciones de los trabajadores para conseguirlo.

También por esa época avanzó la política de favorecer los contratos por tiempo indefinido y la flexibilidad mientras ocurría algo muy importante para la OIT y esto fue el reconocimiento de la institución como el Organismo Mundial con autoridad para pronunciarse en asuntos de trabajo, dejando de lado los intentos de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y de otras entidades internacionales de hacer prevalecer su voz.

Víctor Tokman, quien dirigió la oficina en los 90, supo explicar que no es la ruta sacrificar en el mundo de hoy los salarios de los trabajadores sino lograr avances gracias a la tecnología y la capacitación. A ninguna parte va el capital sólo porque son bajos los salarios.

En la década de los 90 recordó Tokman la Seguridad Social entro en crisis tanto por deficiente administración, como por la corrupción. La previsión social privada fue recibida entonces con reservas para pasar posteriormente a propuestas más positivas. Por eso hoy en día, señaló Tokman, es necesario encontrar la manera de mejorar el sistema haciéndolo más justo y solidario.

También ésta década de fin de siglo conoció los esfuerzos para desarrollar políticas de incorporación de los informales, así como la debilidad estructural de los actores sociales, trabajadores organizados y empleadores. Sin embargo estos últimos avanzaron por la importancia que alcanzaron con el cambio tecnológico y fueron encontrando espacios comunes.

Debe encontrar la OIT la manera de hacer más por los excluidos, aseveró Tokman.

La década de los noventa conoció la urgencia de que la globalización no significara desmedro de las condiciones de trabajo y en cambio desarrollara el empleo, mientras la gente ya se preguntaba si era mejor menos estado y más eficiente mercado y qué podía hacerse para ampliar la cobertura de la Seguridad Social.

De lo ocurrido en lo que va de este siglo se ocupó Agustín Muñoz, quien destacó cómo en esta década se extiende por Latinoamérica el proceso de democratización y cómo nuestros países se van acostumbrando a la alternancia en el poder. En todas partes se busca la eficiencia económica y la disciplina fiscal. Pero hay insatisfacción dentro de la democracia a la que se le pide que supere su déficit que ha llevado a que algunos presidentes no puedan culminar sus respectivos períodos presidenciales y se escuche el mensaje de que también deben corregirse los déficit de la globalización.

América Latina, dijo Muñoz, se rebela contra la corrupción y pide que la globalización permita el “chorreo”.

Hoy día los empresarios y trabajadores están más capacitados, lo mismo que los funcionarios del Ministerio de Trabajo y un tema de gran actualidad es el de la integración, como lo son el de las pensiones en toda Latinoamérica, el del empleo y el de la discriminación racial.

Tarea actual de gran importancia es la de involucrar a los Ministerios de Trabajo y de Economía hacia el empleo decente para lo cual se debe llevar adelante una cumbre presidencial de manera de concretar una agenda que promueva el empleo decente.

Hay ahora nuevos actores, señaló Muñoz. Las redes académicas, el Poder Judicial, los medios de comunicación y culminó diciendo que la OIT cuenta en Lima ahora con un sólido equipo abierto a dialogar con sus colegas e hizo mención a la necesidad de diálogo social para la gobernabilidad y cuán necesaria era ésta para el desarrollo.

No menos importante fue la participación de Daniel Martínez, Director Adjunto, quien en su calidad de comentarista cerró la sesión aludiendo a la dificultad que existe de transmitir el progreso y a la preocupación por hacer frente al desempleo y la informalidad y finalmente a la necesidad de que haya paz para alcanzar los compromisos.

Es de desear que la OIT siga en su empeño por alcanzar sus metas en pro de mejores relaciones laborales y en favor del mundo del trabajo.

Atentamente,

LUIS APARICIO VALDEZ (+)

Director

jueves, 18 de mayo de 2017

Análisis Laboral, AELE, enero 2003




Análisis Laboral, AELE, enero 2003
Homenaje de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos por los 25 años de Análisis Laboral.
Palabras de Agradecimiento del Director de Análisis Laboral

Señor Decano de la Facultad de Derecho y Ciencia Política, doctor Ulises Montoya Alberti.

Señor doctor Emilio Morgado Valenzuela, Presidente de Honor de la Academia Iberoamericana de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social.

Profesor doctor Leopoldo Gamarra Vilchez, representante de los profesores de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Facultad de Derecho y Ciencia Política de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Señores Profesores

Señoras y señores.

En mi nombre y en el de todo el equipo de Análisis Laboral expreso el mayor reconocimiento por este homenaje que se tributa a la revista al cumplir 25 años de vida a lo largo de los cuales siempre ha tenido presente contribuir, informar y aportar propuestas sobre los diferentes aspectos del ámbito laboral de nuestro país.

Me complace haber podido contar durante casi todos estos años con un mismo equipo de investigadores y analistas que ha sabido compenetrarse de manera que la publicación tenga una orientación, un norte claro.

Que el homenaje a Análisis Laboral provenga de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y en particular de su Facultad de Derecho, nos llena de legítimo orgullo y de satisfacción. San Marcos, la Universidad más antigua de América, creada por Real Cédula en el año 1551, ha constituido una fuente del saber con un bien ganado prestigio que se ha mantenido a lo largo de los años a pesar de todas las vicisitudes.

Su Facultad de Derecho, en la que tuve el enorme privilegio de estudiar y a la que debo tanto por tantas razones, tuvo a fines de los cuarenta y comienzos de los cincuenta a figuras de la talla de los profesores, eminentes juristas, José León Barandiarán, Ulises Montoya Manfredi, Manuel G. Abastos, Manuel Sánchez Palacios, Emilio Valverde, Jorge Eugenio Castañeda, Juan Thol, Mario Alzamora Valdez y Luis Bramont Arias, entre otros destacados maestros.

La biblioteca de la Facultad de Derecho era a mediados del siglo pasado la mejor de Latinoamérica del área del Pacífico gracias al esfuerzo gigantesco de dos figuras que hicieron de ella un faro de sabiduría: me refiero al doctor Lizardo Alzamora y en cuanto a la hemeroteca, al doctor Víctor Villavicencio, gracias a cuya dedicación y conocimiento se logró contar con colecciones integrales clasificadas de revistas realmente inmejorables. Era la época en la que todo alumno que quería elaborar una tesis encontraba toda la información clasificada.

En 1952, con motivo de las celebraciones por los 400 años de San Marcos, vinieron juristas de la talla mundial del italiano Carnelutti, del español Jiménez de Asúa y de los hermanos Mazzeau, de nacionalidad francesa.

La primera cátedra de Derecho del Trabajo estuvo a cargo, hace más de sesenta años, del profesor Carlos Rodríguez Pastor, a quien siguieron tiempo después  destacados profesores como Ricardo La Hoz y Ricardo Nugent.

Más tarde se fueron incorporando al plantel de profesores destacados especialistas como Jorge Rendón, quien más tarde fuera Decano de la Facultad de Derecho y es ahora Profesor Emérito y mantiene una importante obra editorial con numerosas ediciones sobre Derecho del Trabajo Individual, Derecho del Trabajo Colectivo, ambos con cinco ediciones, Introducción al Derecho del Trabajo, Derecho de la Seguridad Social entre otras obras; Francisco Javier Romero, Derecho Procesal Laboral y Jubilación; Francisco Gómez Valdez, Derecho Individual, Colectivo y Procesal; Adolfo Ciudad, Reformas Laborales y Procesos de Integración en los Países de la OEA; Balance de la Reforma Laboral Peruana; Estudio Comparado de las Legislaciones de Trabajo de los Países; Leopoldo Gamarra, dos modelos de Reforma Laboral: Perú y España; Martín Fajardo Crivillero con obras y artículos de gran utilidad vinculados a la seguridad social, entre otros profesores.

Algunas de estas obras tienen relación con el conocimiento teórico y otras con el práctico, lo cual constituye un acierto y es la forma adecuada para enseñar esta disciplina.

Los alumnos deben recibir, nos dice Goldín, bases teóricas consistentes y ello es especialmente así en momentos de transformación como el que hoy vivimos. Las normas que estarán vigentes cuando los alumnos ejerzan su profesión no serán necesariamente las mismas que hoy estudian en los cursos que se dictan; sólo la comprensión de su lógica explicativa –de su teoría– permitirá la recomposición permanente del conocimiento jurídico. Recordemos que en el caso específico del Perú, hubo años en décadas pasadas que la legislación cambiaba con tal rapidez que al término del curso se encontraba el alumno frente a circunstancias para las que no había sido preparado.

Hoy, nos recuerda Ermida Uriarte, es una época de profundas transformaciones de la realidad por lo que el estudio universitario del derecho laboral debe necesariamente abrirse a un debate sobre diversos tópicos de política laboral como el de la flexibilidad, desregulación, desempleo, etc., que así se superpone al análisis jurídico formal propiamente dicho.

Como es bien conocido, y no pierdo ocasión de repetirlo, Análisis Laboral, que se creó en 1977, fue incorporando destacados especialistas al equipo base que quedó constituido en 1980 y al que se había unido primero Alfredo Chienda Quiroz y luego Aldo Vértiz Iriarte, a quien siguió Jorge Bernedo Alvarado. Hay algo que quiero destacar de una manera especial. Del equipo de 1980 que se mantiene hasta ahora, tres de nosotros, Jorge Bernedo, Alfredo Chienda y yo, somos sanmarquinos, y de ellos dos de la Facultad de Derecho, mientras que nuestro destacado colega, el doctor Vértiz estudió en la Pontificia Universidad Católica del Perú al igual que Arturo Vásquez Párraga, quien estuvo en los inicios; y Anna Vilela, quien ingresó en los noventa, lo hizo en la Universidad de Lima pero tiene un postgrado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Quien también colaboró con Análisis Laboral durante un buen lapso fue Francisco Javier Romero Montes, sanmarquino, actualmente profesor  en la Facultad de Derecho de esta universidad. Tiene entonces Análisis Laboral fuertes raíces sanmarquinas, pero ha habido aportes muy importantes de otras universidades.

Una ocasión muy singular constituyó el número Conmemorativo por los 25 años en el que intervinieron cuarenta y dos profesores y especialistas, todos peruanos, y provenientes de casi todas las universidades del país.

Y es que Análisis Laboral es un centro de investigación con especialistas estables, que se enriquece con  la colaboración de expertos de diferentes latitudes y así ha logrado ocuparse de toda clase de temas vinculados al ámbito laboral a nivel nacional o internacional.

El nuestro es un país donde la mayor cantidad de los trabajadores labora en el sector informal y carece por lo tanto de la protección de la legislación laboral,  siendo muy grande el déficit de trabajo decente a pesar de los esfuerzos que se hacen para que disminuya.

Como ha sido señalado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), todos los sectores, los economistas, políticos, empresarios y trabajadores concuerdan en que debe existir un escenario con oportunidad para todos. Sin empleo cualquier sistema económico demuestra su debilidad. Sin empleo las políticas laborales que fueron el centro del debate en el siglo pasado sencillamente no tienen aplicación, por lo que no basta con formular proyectos de crecimiento, sino que debe priorizarse y garantizarse que se dirijan a asegurar las metas elementales en este campo.

A criterio de este organismo es urgente reformular y reorientar las políticas, cuya aplicación ha redundado hasta ahora en desempleo y pobreza. El Foro Global del Empleo, celebrado hace unos meses en Ginebra, no pudo realizarse en un mejor momento porque tuvo lugar cuando se había acelerado la recesión en el mundo perjudicando los planes de desarrollo que se habían trazado a favor del crecimiento del empleo y de la reducción de la pobreza.

Entre nosotros, al tiempo que nos parece satisfactorio que se prepare una Ley General del Trabajo, ya que somos uno de los pocos países que carecemos de ella, así como de un Código de Trabajo, preocupa que pueda tener una aplicación limitada a tan sólo el 15% de la PEA. Crecimiento poblacional, poco empleo y bajos salarios son malos indicadores, y en nuestro país  todos ellos se dan de manera simultánea.

Ha crecido en el Perú fuertemente la población en los últimos decenios y la esperanza de vida se ha extendido, pero será necesario esperar veinte o treinta años para que la presión descienda. Mientras tanto la emigración constituye una salida para la crisis producida por la carencia de empleos y su resultado consiguiente, el desempleo y el subempleo.

Paralelamente a la falta de empleo, otro problema mayor es la falta de salarios adecuados que con ser tan grave la falta de empleos, pareciera ocupar la de los salarios, no obstante su importancia, un distante segundo lugar y es que la gente no está en situación de trabajar donde quiere, sino donde puede.

Otro tema de particular importancia es el de la seguridad social. La nuestra tiene una historia de mal empleo del dinero y de deficiente administración, por lo que se ha puesto en marcha un sistema privado de pensiones que habría que vigilar para que no defraude las expectativas.

En el transcurso de los últimos dos años ha habido un avance importante en el Diálogo Social que ha permitido alcanzar en varios casos la concertación. Es altamente significativo que a nivel del Consejo Nacional del Trabajo (CNT) representantes de trabajadores, empleadores, gobierno y representantes de la sociedad civil se reúnan y siendo magnífico que lleguen a acuerdos es igualmente muy significativo que aprendan a dialogar. La política del enfrentamiento, del conflicto estéril no conduce a nada. En cambio, del diálogo nace la luz. Por eso, es muy positivo que el Consejo constituya un foro en el que se expresan los puntos de vista de la manera más clara, sin poses fuera de lugar. Análisis Laboral se siente muy honrado de participar en las sesiones del Consejo Nacional de Trabajo en calidad de representante de las organizaciones civiles vinculadas al Ministerio de Trabajo.

Sería ingenuo y equivocado sostener que los conflictos de trabajo terminarán porque sesiona el Consejo Nacional de Trabajo. Pero es alentador que haya madurez en los representantes y coincidencia en aspectos básicos que antes no había.

No es por cierto éste el momento para discutir sobre la gran cantidad de aspectos vinculados al ámbito laboral sobre los que se ha ocupado Análisis Laboral.

Pero pasaré a contar una anécdota:

Recuerdo que antes de iniciar la publicación edité en Mayo de 1977 un número cero y visité a algunos amigos para que opinaran respecto a los temas que se podrían tratar y a las posibilidades de que se mantuviera el interés por la publicación. Uno de ellos, un excelente amigo, muy interesado en lo laboral, me dio su opinión. Me dijo que seguramente podríamos publicar un número dedicado a la negociación colectiva, otro al empleo y un tercero a la seguridad social, pero que no veía otros temas con los que se pudiera mantener el interés por la publicación. Afortunadamente no fue así y cada vez fueron surgiendo una gama, casi infinita, de temas y es que como alguien ya lo ha dicho, todos los países tienen historia; Suiza tiene historia, pero la diferencia está en que en el Perú todos los días son históricos y es por eso necesario analizar cada tema, si queremos conocer lo que realmente ocurre y proponer las mejores soluciones para el bien de todos los peruanos. Esa es la contribución permanente de Análisis Laboral.


Antes de concluir quiero agradecer una vez más a usted señor Rector, doctor Burga Díaz y a usted doctor Montoya Alberti, en mi nombre y en el de Alfredo Chienda, Aldo Vértiz, Jorge Bernedo y Anna Vilela, por este homenaje a Análisis Laboral. A ti querido amigo Emilio Morgado Valenzuela, que has venido desde tu país para participar en esta ceremonia, gracias por tus elogiosas palabras, y lo mismo a usted, doctor Leopoldo Gamarra Vilchez; gracias a todo el personal de Aele y gracias a todos los presentes en esta ceremonia por acompañarnos en estos momentos de tanta significación para nosotros.