sábado, 18 de julio de 2020

EL VALOR DE LA FUERZA DE TRABAJO En: Teoría Económica Marxista (1981) Dr. Virgilio Roel Pineda ( + )





EL VALOR DE LA FUERZA DE TRABAJO
En: Teoría Económica Marxista (1981)
Dr. Virgilio Roel Pineda ( + )
Profesor Emérito de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos

La fuerza de trabajo es la única mercancía que tiene la singularidad de que su utilización genera un valor superior al que ella misma exhibe en el mercado. No hay otra mercancía que tenga esta particularidad. En cuanto a la forma de determinación del valor de la fuerza de trabajo, Marx la explica en los siguientes términos:

"El valor de la fuerza de trabajo, como el de toda otra mercancía, lo determina el tiempo de trabajo necesario para la producción, incluyendo, por tanto, la reproducción de este artículo específico. Considerada como valor, la fuerza de trabajo no representa más que una determinada cantidad de trabajo social medio materializado en ella. La fuerza de trabajo sólo existe como actitud del ser viviente. Su producción presupone, por tanto, la existencia de éste. Y, partiendo del supuesto de la existencia del individuo, la producción de la fuerza de trabajo consiste en la reproducción o conservación de aquél. Ahora bien; para su conservación, el ser viviente necesita una cierta suma de medios de vida. Por tanto, el tiempo de trabajo necesario para producir la fuerza de trabajo viene a reducirse al tiempo de trabajo necesario para la producción de estos medios de vida; o lo que es lo mismo, el valor de la fuerza de trabajo es el valor de los medios de vida necesarios para asegurar la subsistencia de su poseedor. Sin embargo, la fuerza de trabajo sólo se realiza ejercitándose, y sólo se ejercita trabajando. Al ejercitarse, al trabajar, se gasta una determinada cantidad de músculos, de nervios, de cerebro humano, etc., que es necesario reponer. Al intensificarse este gasto, tiene que intensificarse también, forzosamente, el ingreso. Después de haber trabajado hoy, el propietario de la fuerza de trabajo tiene que volver a repetir mañana el mismo proceso, en idénticas condiciones de fuerza y salud. Por tanto, la suma de víveres y medios de vida habrá de ser por fuerza suficiente para mantener al individuo trabajador en su estado normal de vida y de trabajo. Las necesidades naturales, el alimento, el vestido, la calefacción, la vivienda, etc., varían con arreglo a las condiciones del clima y a las demás condiciones naturales de cada país. Además, el volumen de las llamadas necesidades naturales, así como el modo de satisfacerlas, son de suyo un producto histórico que depende, por tanto, en gran parte, del nivel de cultura de un país y, sobre todo, entre otras cosas, de las condiciones, los hábitos y las exigencias con que se haya formado la clase de los obreros libres. A diferencia de las otras mercancías, la valoración de la fuerza de trabajo encierra, pues, un elemento histórico moral. Sin embargo, en un país y en una época determinados, la suma media de los medios necesarios constituye un factor fijo."

El contenido de lo trascrito tiene puntos que deben ser remarcados, por la importancia que tienen.

1) El primer punto a remarcarse es que el valor de la fuerza de trabajo, como cualquier otra mercancía, está determinado por la cantidad de trabajo socialmente necesario para reponerla o reproducirla. Pero como la fuerza de trabajo sólo existe porque existe el ser humano que la posee, la producción y reproducción de la fuerza de trabajo consiste en la conservación de la vida del trabajador como persona.

2) El segundo punto a remarcarse es que, para conservar su existencia, el ser humano precisa de una determinada cantidad de medios de vida. Reducido a una breve expresión, esto puede enunciarse así: conservación de la existencia humana = medios de subsistencia.

3) El tercer punto a remarcarse es que la cantidad de medios de vida de que disponga el trabajador debe ser en magnitud suficiente como para mantenerlo en su estado normal, considerando que ello depende de las condiciones naturales del país; pero, además, es un producto histórico, estrechamente ligado con el nivel de cultura, con las condiciones sociales y con los hábitos y exigencias de la clase trabajadora. O sea que, como una particularidad distintiva más, enfrente de las restantes mercancías, el valor de la fuerza de trabajo encierra dos elementos importantes: el moral y el histórico.

Marx añade, asimismo, el elemento de la necesidad de la perpetuación de la especie, como una de los factores que intervienen en la conformación del valor de la fuerza de trabajo o salario, porque de no ser así, el trabajador no podría sostener a su familia y, en consecuencia, no podría perpetuarse la categoría de los trabajadores: "La suma de los medios de vida necesarios para la producción de la fuerza de trabajo incluye, por tanto, los medios de vida de los sustitutos, es decir, de los hijos de los obreros, para que esta raza especial de poseedores de mercancías pueda perpetuarse en el mercado." Finalmente, Marx considera que en el valor de la fuerza de trabajo o salario va incluida una suma destinada a asegurar la preparación del futuro trabajador, cuyo monto es relativamente pequeño, pero que va a formar la suma de los valores que se gastan en la producción de la fuerza de trabajo. De toda la masa de medios de vida que se requieren para asegurar el mantenimiento de la fuerza de trabajo, unos son de consumo diario, (alimentación), otros son algo más lentos en su consumo, (vestidos, muebles, etc.), y otros más se usan sólo en ciertos períodos de la vida humana, (medios educativos, etc.). Los gastos que ellos exigen, pues, son más o menos fluctuantes; pero el ingreso medio, que es uniforme, debe cubrirlos en su integridad; de donde se desprende que el ingreso medio diario, (o jornal diario), que un trabajador debe percibir será:

Imd = 365A + 52B + 4C + etc.
365
En que:

Imd = Salario promedio diario
A = Mercancías de consumo diario
B = Mercancías de consumo semanal
C = Mercancías de consumo trimestral

El último punto que queda por remarcarse es que, pese a la diversidad de elementos que concurren a la formación del valor de la fuerza de trabajo, el ingreso medio de los trabajadores, (salario), no es fluctuante sino constante, por lo menos durante períodos definidos.

EL TRABAJO COMO PROCESO

El empleo de la fuerza de trabajo es el trabajo mismo, que se presenta como un proceso de relación entre la naturaleza y el hombre, porque se trata de que éste transforma a los objetos naturales, (para cuyo objeto se vale también de las fuerzas naturales), de modo de adecuarlos a la satisfacción de las necesidades humanas de todo tipo. Pero para trabajar, el hombre recurre a instrumentos o medios especialmente diseñados y construidos para ese propósito.

De manera que el trabajo es un proceso en el que concurren tres elementos, que son: el propio trabajo, el objeto sobre el que se aplica el trabajo, y los medios de trabajo.

Si nos detenemos en los "medios de trabajo", nos encontraremos con que ellos son el conjunto de objetos que el trabajador u obrero emplea, en su relación con los materiales sobre los que aplica su labor.

De toda la masa de medios de trabajo que utiliza el hombre, una parte muy específica toma la denominación de "instrumentos de trabajo", los cuales vienen a ser los objetos que el obrero o trabajador empuña directamente en el proceso productivo.

Los restantes medios de trabajo son las llamadas "instalaciones auxiliares", que no son otras que los medios materiales que condicionan físicamente el proceso de trabajo.

Son ejemplos típicos de los instrumentos de trabajo, la lampa, el cincel, la guadaña, el torno, el cepillo, las máquinas herramientas, las máquinas, etc. Son ejemplos de las instalaciones auxiliares del trabajo, los edificios fabriles, las instalaciones diversas, etc.

 Medios de Trabajo {Instrumentos de Trabajo: objetos que el trabajador empuña directamente.
                               {Instalaciones Auxiliares: condicionantes físicos del trabajo.

A la adición de los objetos de trabajo y los medios de trabajo se les conoce como "medios de producción".

Medios de Producción {Objetos de Trabajo
                                       {Medios de Trabajo

Considerando las tres categorías que concurren en el proceso de trabajo o producción, puede éste ser definido como aquél en el que se obtienen productos, mediante la aplicación del trabajo a los medios de producción. O lo que viene a ser igual: el trabajador transforma los objetos de trabajo, a través del empleo de los instrumentos de trabajo.

Durante el proceso productivo, tanto los objetos como los medios de trabajo sufren un desgaste, aunque de distinta forma y manera: los objetos de trabajo sufren una transformación más o menos completa al convertirse en otros bienes, sea de uso final, sea de utilización intermedia; en cambio, los medios de trabajo no se desgastan sino en varios procesos de producción, a una intensidad, en unos casos mayor y en otros menores, (a este desgaste se le llama genéricamente "depreciación").

Medios de trabajo y fuerza de trabajo son mercancías que se adquieren en el mercado. Quien las compra es el capitalista o el poseedor del dinero; él escoge con conocimiento de causa y luego se pone a la obra de cuidar que el proceso de trabajo se realice racionalmente. Como este proceso se efectúa entre objetos que le pertenecen al capitalista, el producto de este proceso también será de su propiedad.



miércoles, 8 de julio de 2020

LA NEGOCIACIÓN COLECTIVA EN EL PERÚ- LARGA Y FRUSTRANTE PARA LOS TRABAJADORES-Dr. JORGE RENDÓN VÁSQUEZ





LA NEGOCIACIÓN COLECTIVA EN EL PERÚ
LARGA Y FRUSTRANTE PARA LOS TRABAJADORES
JORGE RENDÓN VÁSQUEZ
Profesor Emérito de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
En: Dossier AELE Negociación Colectiva- enero 2020.

Leyes laborales negociadas

En una democracia, las leyes han de ser el resultado del consenso de los ciudadanos, puesto que tal es la definición de aquella: gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Así lo había enunciado la Declaración del Hombre y del Ciudadano, aprobada por la Convención francesa el 26 de agosto de 1789, ya en plena revolución. “La ley –dijo este documento fundacional de la democracia– es la expresión de la voluntad general. Todos los ciudadanos tienen derecho a participar personalmente o por medio de sus representantes en su formación”. (artículo 6º).

Con variaciones de forma, esta regla ha sido incorporada en casi todas las constituciones del mundo, incluidas las nuestras.

En cuanto concierne a la legislación laboral, interviene asimismo otra noción más específica: consiste en que, siendo sus destinatarios los empleadores y las personas a las que estos contratan para el trabajo, sus normas requieren el acuerdo expreso o tácito de los representantes de estos grupos.

En los países europeos, la experiencia general es justamente la del acuerdo de los grupos de empleadores y trabajadores en la regulación de estas relaciones. Es lo que se ha denominado la ley negociada, con matices según las condiciones de cada país[1]. En Estados Unidos, la Ley Wagner de 1934, normativa de la intervención de los sindicatos en las relaciones colectivas de trabajo y promovida por el gobierno de Franklin D. Roosevelt, se ajustó también a ese procedimiento de aceptación.

Además, la libertad sindical, la negociación colectiva y la huelga son instituciones constitutivas de la democracia. Como esta, son derechos históricamente adquiridos para mejorar la situación económica y social de las personas que trabajan.

Origen de la Ley de Relaciones Colectivas Laborales

En el Perú, la vigente Ley de Relaciones Laborales Colectivas ignoró ese modelo de tramitación y aprobación.

El 26 de junio de 1992, el gobierno, de facto por el golpe de Estado del 5 de abril de ese año, expidió el Decreto Ley Nº 25593 por el cual sustituyó íntegramente las disposiciones concernientes a la sindicación, la negociación colectiva y la huelga, con un contenido desfavorable para los trabajadores en relación a las normas anteriores. El proyecto de este cuerpo legal fue entregado por un grupo de abogados empresariales. Y ello, porque el golpe de Estado tenía como una de sus finalidades reducir a su mínima expresión la capacidad negocial de las organizaciones sindicales y poner en ventaja a los empresarios y sus organizaciones.

Por algunos cambios superficiales que se le hicieron, el Decreto Ley Nº 25593 fue vertido a un texto único ordenado (D. S. Nº 10-2003-TR, del 30 de setiembre de 2003, por disposición de la Ley Nº 27912 del 12 de diciembre de 2002), y pasó a denominarse Ley de Relaciones Laborales Colectivas (LRLC).

Cómo era antes

Antes de junio de 1992, la negociación colectiva estuvo regulada por el D. S. Nº 6-71-TR, del 29 de noviembre de 1971, que la organizó en tres etapas: trato directo (máximo 20 días); conciliación en el Ministerio de Trabajo, si no se llegaba a un acuerdo en la primera etapa (máximo 20 días); y, si continuaba el desacuerdo, solución por las autoridades de trabajo en dos instancias (10 días en cada una como máximo). Esta debía basarse en el análisis de las necesidades de los trabajadores, la situación de la empresa o empresas y la economía en general por una oficina de estudios económicos creada para este fin en el Ministerio de Trabajo. Los derechos declarados por acuerdo de partes o establecidos por las autoridades laborales tenían una vigencia permanente. El periodo negocial fue fijado en un año, y el trámite era gratuito.

Este procedimiento funcionó regularmente. En trato directo se resolvía el 75.4 por ciento de las negociaciones, en junta de conciliación el 6.4% y por decisión de las autoridades de trabajo el 18.2 por ciento/2. La duración de las negociaciones era de unos cuatro meses, como máximo[2].

Para el poder empresarial, lo deseable hubiera sido eliminar la negociación colectiva. Pero esta tentación les era de difícil realización, por las normas internacionales ratificadas por el Perú que la garantizan y protegen también el derecho de propiedad privada, y por el temor a una reacción laboral, si bien controlable. Sus estrategas prefirieron hacer tan larga y frustrante la negociación colectiva para los trabajadores que, en la práctica, quedara casi anulada.

Comenzaron erradicando la unidad de los trabajadores que el Decreto Supremo del 3 de mayo de 1961 había promovido al requerir la mitad más uno de los trabajadores de la empresa para constituir un sindicato. En adelante, se podría formar un sindicato de empresa con un mínimo de 20 trabajadores. En consecuencia, la fuerza negocial de los trabajadores se dividía.

Luego, el Decreto Ley Nº 25593 impidió la negociación colectiva por rama de actividad, suprimió los plazos del trato directo y la conciliación en el Ministerio de Trabajo y estableció un extraño procedimiento arbitral.

Un arbitraje genéticamente parcializado

La crítica de esta reforma ha de centrarse, por lo tanto, en el análisis del trámite arbitral. Los caracteres de este son:

 1.- Cada parte designa un árbitro, y los dos árbitros designan al tercero que preside el tribunal arbitral.
2.- Cada parte paga a “su” árbitro, y las dos, por mitades, al presidente.
3.- Cada parte presenta una propuesta integral de solución del pliego de peticiones, y, de las dos, cada árbitro elije una sin modificarla.
4.- Los árbitros pueden “atenuar” la propuesta que elijan.
5.- El plazo para resolver del tribunal arbitral es de 30 días desde que se instala.
6.- El laudo puede ser cuestionado de nulidad ante el Poder Judicial.

¿Cómo funciona, en la práctica, este arbitraje sui generis?

Las organizaciones sindicales buscan, por lo general, como su árbitro, a algún abogado ya mayor o con cierto currículum que se preste a ayudarlos. Los empresarios escogen como árbitro entre abogados de gabinetes jurídicos especializados en la defensa de empresas. Como, de entrada, la posición de los dos árbitros es confrontacional, les resulta difícil hallar al tercer árbitro de quien dependerá el laudo. De no ponerse de acuerdo, ese árbitro es designado por la Autoridad de Trabajo.

El arbitraje no es gratuito. Nada dice el Decreto Ley Nº 25593 sobre los honorarios de los árbitros. Este pago fue ordenado por el D. S. Nº 11-92-TR, del 14 de octubre de 1992, reglamentario de aquel, entendiéndose que cada parte paga a su árbitro y que las dos pagan al tercero. Por el D. S. Nº 13-2006-TR, del 7 de julio de 2006, cada árbitro debe percibir el 10% de la remuneración mínima vital por cada trabajador incluido en la negociación hasta 50 trabajadores, 7.5% por cada trabajador que exceda los 50 hasta 200 trabajadores, 5% por cada trabajador que exceda los 200 hasta 300, y 2.5% por cada trabajador que exceda los 300, no pudiendo los honorarios ser mayores a 30 remuneraciones mínimas vitales.

Supongamos que se trate de una empresa con 100 trabajadores. Siendo ahora la remuneración mínima 930 soles, cada árbitro recibiría 8 137 soles y el presidente 10 171,7 soles. Si la empresa tuviera 200 trabajadores, cada árbitro recibiría 15 112,5 soles, y el presidente 18 890,6. Bastante dinero por un trabajo que se reduce a una somera elección de una propuesta u otra.

La función exclusiva de estos árbitros es pronunciarse sobre el “diferendo” (Decreto Ley Nº 25593, artículo 61º). Carecen de competencia para decidir sobre otros asuntos, como la capacidad de las partes o las incidencias en el trámite, cuyo conocimiento corresponde a las autoridades de trabajo que encuadran la negociación.

Las propuestas de cada parte deben ser finales. El Decreto Ley Nº 25593, ahora LRLC, no precisa su contenido; tampoco lo hace su reglamento.

Cada árbitro se pronuncia por una propuesta. El Decreto Ley Nº 25593 o LRLC dispone: “El laudo no podrá establecer una solución distinta a las propuestas finales de las partes ni combinar planteamientos de una y otra. El laudo recogerá en su integridad la propuesta final de una de las partes”. (artículo 65º).

Desde que comenzaron los trámites arbitrales, la experiencia muestra que el árbitro designado por la parte empresarial escoge la propuesta de esta, y el árbitro designado por la organización sindical elije, a su vez, la de esta parte. 

El D. S. Nº 11-92-TR, reglamentario de la LRLC, había dispuesto inicialmente que “Los árbitros no representan los intereses de ninguna de las partes en conflicto y ejercerán su cargo con estricta imparcialidad y absoluta discreción”. (artículo 53º). Pero esta regla, no respaldada por alguna sanción, fue eliminada por el D. S. Nº 13-2006-TR, del 7 de julio de 2006.

Por lo tanto, es el tercer árbitro quien decide cuál de las propuestas se convertirá en laudo. No hay estadísticas sobre los laudos expresivos de una u otra posición. Por lo que se sabe es posible afirmar que la mayor parte reproduce las posiciones empresariales, entre un 70% y 80%. La regla no escrita parece ser que cuando los laudos admiten las propuestas del sindicato, la parte empresarial los impugna judicialmente.

Con la estructura del Decreto Ley Nº 25593 o LRLC, no puede haber imparcialidad en los laudos. Desde la manera de designar a los árbitros por cada parte, la decisión arbitral está ya viciada de parcialidad, puesto que indefectiblemente aquellos son comisionados para preferir la propuesta de su parte, la que les paga sus honorarios; y no pueden obrar de otro modo, porque la ley les exige adoptar íntegramente una de las propuestas. Es la consecuencia de este mecanismo copiado del Código de Trabajo de Chile de 1987, aunque allí solo para las negociaciones colectivas de trabajadores ocupados en servicios públicos y con prohibición de hacer la huelga[3].

La condición para que los árbitros decidan con imparcialidad, o con más imparcialidad, solo podría darse si tuviesen que ponderar factores tales como las necesidades de los trabajadores, la situación de la empresa o las empresas, y la situación económica de la región y del país, y determinar según ellos los aumentos y otras mejoras a concederse.

Si bien el Decreto Ley Nº 25593 dispone que la decisión “deberá tener presente” el dictamen de la oficina especializada del Ministerio de Trabajo sobre “la valorización de las peticiones de los trabajadores” y sobre “la situación económica financiera de las empresas y su capacidad para atender dichas peticiones, teniendo en cuenta los niveles imperantes en empresas similares” (artículos 56º y 65º), esta norma indicativa no puede desplazar la disposición radical de elegir una propuesta final en bloque.

La “atenuación” de la propuesta elegida no ha sido explicitada por la ley ni por su reglamento. El Decreto Ley Nº 25593 solo dispone: el laudo “por su naturaleza de fallo de equidad, podrá atenuar posiciones extremas”. (artículo 65º). Lo general es que si tales atenuaciones no concitan el agrado de los empresarios, los laudos son impugnados judicialmente.

El aporte de la jurisprudencia

En el interminable y kafkiano curso de la negociación colectiva, la posta para precipitar su naufragio la toma la administración de justicia.

La impugnación ante una sala laboral de la corte superior de Justicia, según el Decreto Ley Nº 25593, solo procede “por razón de nulidad” y “por establecer menores derechos a los contemplados por la ley a favor de los trabajadores” (artículo 66º), y cuando el laudo ha sido “celebrado o dictado bajo presión derivada de tales hechos”: violencia o formas no admitidas legalmente de la huelga (artículo 69°).

La jurisprudencia de la Corte Suprema ha añadido otra causal de nulidad impertinente, “en los casos que la norma general de arbitraje (Dec. Leg. Nº 1071) considere nulo un laudo, siempre que por su naturaleza sean aplicables al arbitraje que resuelve el conflicto económico. Esto último, de acuerdo al artículo 63º de dicho decreto legislativo” (Segunda Sala de Derecho Constitucional y Social Transitoria, apelación laboral Nº 6052-2014, del 20 de noviembre de 2015). La Ley General de Arbitraje, Dec. Leg. Nº 1071, norma el arbitraje judicial, nada tiene que ver con el arbitraje en negociaciones colectivas, denominado económico, que se rige exclusivamente por el Decreto Ley Nº 25593 o LRLC. El artículo 63º del Dec. Leg. Nº 1071 trata de las causales de nulidad de los laudos judiciales y concuerda con su artículo 1º que fija su campo de aplicación, reglamentando los artículos 62º y 139º-1 de la Constitución. La invocación de este Decreto Legislativo ha sido articulada por ciertos abogados de empresarios con la finalidad de diferir o impedir la solución de las negociaciones colectivas, y han logrado su propósito muchas veces.

Otro caso aberrante de intervención jurisdiccional ha sido la anulación de la posibilidad de elevar los aumentos de remuneraciones con una articulación que ingresa en la tipificación del prevaricato.

El caso fue el siguiente: en una negociación colectiva, el tribunal arbitral eligió la propuesta empresarial, pero la atenuó elevando los aumentos de remuneraciones acordados en ella. La empresa impugnó el laudo por esta atenuación. La Segunda Sala de Derecho Constitucional y Social Transitoria de la Corte Suprema dijo: “Sobre la «atenuación» efectuada por el Tribunal Arbitral se desprende que no ha advertido que la definición de «atenuar» supone «minorar o disminuir algo»; sin embargo, el Tribunal Arbitral ha incrementado los montos propuestos por la parte demandante en su propuesta final; es decir, en lugar de «atenuar» la propuesta, esto es, aminorarla, se ampara en los términos del dictamen económico financiero para incrementarlos, sin tener en cuenta que ello no constituye supuesto de «equidad», sino por el contrario, «modificación» de la propuesta formulada y por ende, una clara contravención a lo dispuesto en el artículo 65º del T.U.O. de la Ley de Relaciones Colectivas de Trabajo, aprobado por D. S. Nº 10-2003-TR”. En consecuencia, esta Sala revocó la sentencia de la corte superior y declaró nulo el laudo arbitral en la parte relativa a los aumentos concedidos. (Apelación Laboral Nº 1094-2018, Lima, del 28 de junio de 2018).

De esta extravagante sentencia se deduce que las propuestas empresariales no podrían ser atenuadas. Supongamos que la propuesta empresarial concediera un aumento de 20 soles; el tribunal arbitral, si la eligiera, no podría atenuarla elevándola, por ejemplo a 25; la única atenuación posible sería reducirla a 15, por ejemplo, una situación absurda y contraria al Decreto Ley Nº 25593 o LRLC que dispone “atenuar posiciones extremas” y no cantidades, y atenuar la propuesta elegida, una u otra (artículo 65º).

Los autores de este dechado de ilógica jurídica fueron los vocales Maryem de la Rosa Bedriñana, Víctor Raúl Malca Guaylupo (ponente de la sentencia), Eduardo Yrivarren Fallaque y Augusto Yaya Zumaeta. Votó en contra Javier Arévalo Vela por cuanto no habían causales de nulidad.

Son numerosos los laudos impugnados de nulidad, particularmente por los empresarios. Mientras tanto, no pueden ser ejecutados, y los trabajadores no reciben los aumentos y mejoras que esos laudos les acuerdan. Tampoco existe la sanción de pago de intereses por estas demoras. La negociación colectiva se torna así un negocio muy rentable para los empresarios, sobrepuesto a los artículos de la Constitución que la amparan.

Algo que debe hacerse

En conclusión, el Decreto Ley Nº 25593 o LRLC debería ser derogado. Una nueva norma debería reproducir el modelo de negociación colectiva establecido por el D. S. Nº 6-71- TR y volver a la solución de las negociaciones inconclusas por las autoridades laborales sobre la base de los estudios por las partes y por la oficina de estudios económicos del Ministerio de Trabajo. La Constitución declara: “El Estado… Fomenta la negociación colectiva y promueve formas de solución pacífica de los conflictos laborales.” (artículo 28º-2). Una de las formas puede ser la indicada. El arbitraje debería quedar como una opción alternativa y voluntaria, con árbitros concursados y sorteados para la solución de cada negociación colectiva, quienes deberían resolver, como deberían hacerlo los funcionarios de trabajo, teniendo en cuenta las necesidades de los trabajadores, la capacidad de la empresa para acordar las mejoras y la situación económica del país, y el dictamen económico de aquella oficina.


[1] Sobre la ley negociada, puede verse de J. PELISSIER, Gilles AUZERO y Emmanuel DOCKÈS, Droit du travail, Paris, Dalloz, 2013, Nºs. 1222 y 1336. En los países anglosajones el Estado no interviene, por lo general, en el campo de la autonomía negocial, que es parte del mercado. En los países de ley escrita esa intervención ha sido limitada de diverso modo por el criterio de que los interlocutores sociales pueden decidir en conjunto sobre los asuntos que les son propios, habida cuenta de los derechos adquiridos de los trabajadores. Las leyes francesas del 4 de mayo de 2004 y 31 de enero de 2007 disponen la consulta de toda reforma sobre la negociación colectiva y, en general, sobre el Derecho del Trabajo con los actores sociales: organizaciones sindicales y de empleadores de nivel nacional. 
[2] Porcentajes de 1972. Cfm. Rendón Vásquez, J. Derecho del Trabajo colectivo, Lima, 8ª ed., 2014, Nº 152, nota Nº 43. En los años siguientes esos porcentajes variaron muy poco. 
[3] Este Código fue dictado por el gobierno militar de Augusto Pinochet. Sobre este aspecto, cf. Rendón Vásquez, J. Derecho del Trabajo colectivo, op. cit., Nº 155, nota Nº 53.


lunes, 6 de julio de 2020

"Los Trabajadores de la Tercera Edad ante el Derecho de Trabajo y la Seguridad Social" (1991) Dr. Javier Vargas Vargas (+)






"Los Trabajadores de la Tercera Edad ante el Derecho de Trabajo y la Seguridad Social" (1991)

Dr. Javier Vargas Vargas (+)

El Derecho de Trabajo tuvo como finalidad en su origen y en su desarrollo la protección del económicamente débil y, ¿quién más débil que la persona que ha trabajado toda su vida y que llegada cierta edad siente orgánicamente el desmedro de sus facultades físicas y mentales y el cansancio anímico frente a la existencia?

La denominación "Tercera edad" es un eufemismo que encubre una palabra triste: "ancianidad", como tantas otras con las que tratamos de disimular crudas realidades, por ejemplo, cuando llamarnos "pueblos en desarrollo" a las comunidades subdesarrolladas, aunque la vía para salir de aquél, no se vislumbra.

Se han señalado los 60 años como el inicio de la tercera edad según consenso de médicos y sicólogos. Naturalmente que en algunos casos los rasgos que la caracterizan se inician antes, como en otros después (65, 70, 80 años o excepcionalmente, más).

¿Qué factores determinan la presencia de la Tercera Edad?

Son diversos: orgánicos, fisiológicos, sicológicos, fundamentalmente los primeros. El cuerpo humano con los años se va desgastando como ocurre en todo el reino animal y vegetal. Es una ley de la naturaleza. Llega un momento en el que la sensibilidad y eficiencia de los sentidos van declinando (sobre todo vista y oído) la circulación se dificulta por la ateroesclerosis (endurecimiento y engrasamiento de las venas y arterias), neuronas y células terminan su período vital y van quemándose desapareciendo.

El corazón, riñones, hígado y otros órganos se desgastan y dejan de cumplir a cabalidad sus funciones. El cabello pierde su color y disminuye a veces hasta la calvicie. Se van perdiendo piezas dentales. Los huesos se descalcifican. Los discos invertebrales se adelgazan con una reducción de la columna y la consiguiente disminución de la estatura. El tejido cutáneo se seca y se quiebra por la pérdida de grasa que se acumula en el bajo vientre.

La locomoción se hace lenta y difícil por falta de ejercicio, degeneración muscular o atrofiamiento de sus componentes. Todo ello trae consigo cansancio físico y mental y el ánimo vital declina. La persona requiere de descanso no por un acto arbitrario del ser, sino repito por una ley de la naturaleza.

El envejecimiento que ocurre en la tercera edad es, pues, un proceso de desgaste orgánico de todo ser vivo, en este caso la persona humana que adviene con el transcurso de los años. Este proceso, depende de factores genéticos (hereditarios) raciales, régimen de vida (alimentario, trabajo en la ciudad o en el campo) de causas shock (enfermedades, tragedias, impresiones traumáticas, ansiedad e inseguridad entre otras) cuya presencia acerca su venida o cuya ausencia la puede alejar.

El científico Vicente Carrasco Vélez nos explica: "La circulación renal a los 70 años es casi un 40% de lo que fue a los 15 años, la velocidad circulatoria se torna lenta, y el agua total baja en un 30% en el cuerpo del anciano". El riesgo de contraer una enfermedad cardiaca entre los 70 y los 75 años es cuatro o cinco veces mayor que entre los 50 y 54 años.

"Cada una de las células del organismo tiene un tiempo de vida. Algunas tienen la particularidad de reproducirse, de renovarse, otras no, como las del sistema nervioso, neuronas que no se renuevan nunca. Cesan de dividirse antes del nacimiento y conforme avanzamos en la vida, se van perdiendo, disminuyendo en número y dificultando cada vez más su fisiología".

"Todas las células como los músculos, las fibras del cristalino, los glóbulos rojos, tienen un período de vida. Así tenemos que las células del epitelio intestinal se dividen unas 5200 veces, es decir, más o menos 70 años. A partir de allí la división es escasa y nula".

"La célula hepática se renueva unas 33 veces en más o menos 70 ú 80 años, luego sólo involuciona".

"Este envejecimiento celular modifica no sólo el aspecto externo de la persona sino el interno".

"Todo se modifica, la macroanatomía, la microanatomía y sobre todo la fisiología de todos los tejidos y de todos los órganos, el envejecimiento es inexorable".

Por todo ello dice Carrasco, el anciano reacciona con depresiones, con transtornos funcionales que a veces son más importantes que las mismas enfermedades somáticas y que el 56% de esos transtornos son atendibles con una buena orientación.

Algunas investigaciones concluyen con el declive de la inteligencia a partir de los 60 años. "Investigaciones norteamericanas, basadas en la medicina de inteligencia a través de la prueba de Weschsler establecen que el descenso de la misma se iría más o menos acentuando a partir de la tercera década de la vida" (Vivanco) lo que nos parece exagerado. Sucesivas aplicaciones de dicha prueba han sugerido que el vocabulario y la información se enriquecen hasta los 40 años y se mantienen hasta la vejez, pero todos los demás factores disminuyen a partir de los 20 años, aunque sean distintos. El menos afectado es el de la comprensión, luego el del cálculo aritmético y el de establecimiento de semejanzas genéricas, el resto declina con mayor rapidez especialmente las pruebas de organización de cubos y rompecabezas (Pedrona 1980).

"Respecto a la pérdida de la memoria con la edad (Mishara y Riedel 1986) sostienen que si bien ésta disminuye para todos los parámetros: entrada de datos, memoria a corto plazo y memoria a largo plazo, tal disminución se muestra más pronunciadas para los primeros" (María G. Vargas, 1988).

Nuestras observaciones corroboran lo anterior. Los ancianos recuerdan con más o menos fidelidad el pasado, disminuye su recuerdo para los hechos medianos, se olvidan fácilmente los recientes. Esto como regla general. Hay naturalmente variantes según las diversas naturalezas y casos en que ocurre lo contrario: un olvido total del pasado, conversando lo presente. Tal acontece con los que sufren la enfermedad de Alzheimer.

En estos aspectos sicológicos las variantes no han sido suficientemente estudiadas como se ha hecho con la infancia y la adolescencia como para hacer generalizaciones, pero por la simple observación y experiencia podemos señalar algunas.

El anciano deplora la disminución de sus facultades físicas y mentales que lo apartan del banquete vital y de su actividad creadora, pero sobre todo sufre una sensación de soledad física y espiritual. La tendencia de nuestra época es buscar el éxito, satisfacer el goce, olvidar, divertirse. Por eso los jóvenes se alejan de los ancianos. El anciano es repetidor, nos cuenta varias veces las mismas cosas o los mismos episodios de su vida, se queja de sus dolencias y las generaciones actuales, más que las del pasado, huyen del dolor. Además, el anciano ha visto y ve desaparecer a seres queridos: familiares, amigos. Por la misma merma de sus potencias surge en él una sensación de temor de lo que pueda pasar a los seres allegados o al mismo protagonista que presiente, aunque quisiera alejarla, la presencia ineludible de la muerte.

Todo ello le va creando un sentido depresivo.

El lado optimista. - Un escritor español Juan Ignacio Jiménez Nieto en un artículo "Plenitud fuga y urgencia" nos quiere infundir entusiasmo.

"La comedia humana expresa, lo es en tres actos y un epilogo. Según la métrica al uso, el primero dura de veinte a veinticinco años, mostrando al protagonista sujeto a la voluntad de padres y maestros; en el segundo, que abarca otras tres o cuatro décadas, el actor depende de hijos y patronos; en el tercero diez años, se libera de toda servidumbre personal y pasa a depender de sus propios recursos humanos, materiales y financieros o, más castizamente, de su salud, dinero y amor. El epilogo llega con el agotamiento de esos medios de acción".

"La tercera edad es así el plato fuerte de la vida, la aspiración suprema, el tercio de la verdad. Tras sesenta años de restricciones, servidumbre y controles, el ser humano se encuentra al fin de sí mismo, libre de trabas para lanzarse al irrestricto voluntarismo de su quehacer. El día entero es suyo, suyas las noches y el alba sin más despertador que el primer ruido urbano o si logra redondear la faena, el gallo de la aldea. Cada día es regalo del destino que le brinda unas horas frescas de esperanza. Es el tiempo de empezar a ser y hacer lo que siempre tuvimos por nuestro y las funcionalidades familiares y labores nos vedaron: oliscar, captar, asimilar, interpretar, relacionar, reelaborar, sintetizar. . . , pasmarnos, estetizarnos, sublimarnos, temblar ante la arquitectura, sinfonía o lienzo que creímos conocido y sólo ahora vemos y oímos de verdad. Es la hora de ordenar lecturas y visitas, amores e ideologías; convertir los deberes en placer; explotar el venero de la propia experiencia; conocer el bosque y descifrar el hormiguero. Entender Toledo y Guernica, a Abderramar y a Isabel, Portugal y Cataluña, Europa y América. Tomar posición final frente a lo trascendente para morir en postura honrada. Empezar, en fin, a vivir como auténticos señores de la creación, creando y creyendo en ella".

Un investigador francés, llegado al Perú para un estudio de la ancianidad en nuestro medio, el psicólogo Ives Ledanseirs auspiciado por la Fundación Nacional de Gerontología de París y el periódico "Notre Temps" manifiesta que las dificultades que agrupan a los ancianos son principalmente los recursos, la salud, alojamiento, aislamiento, soledad, falta de actividad y las dificultades de la memoria".

Dijo, que al cabo de trabajar durante 10 años en un centro de cuidados diurnos para ancianos, decidió ocuparse de investigar lo referente a la memoria, pues es algo que se escucha mencionar constantemente en los gerontes, cuyas quejas sobre olvidos son frecuentes.

Expresó Ives Ledanscurs, que, en tal aspecto de la memoria se aprecia desde tres puntos de vista indesligables: biológicos, psicológicos y social. El anciano, añadió, es, muy sensible al entorno, mientras más solo esté, cuanto menos cariño y menor relación con otras personas tenga se mostrará más olvidadizo.
"El médico puede querer solucionar los problemas de olvidos con píldoras, pero esa no es la solución. Hay que combatir el aislamiento, pues éste poco a poco resta la capacidad de retener", agregó. (El Comercio de Lima - 15 de Abril de 1988 -Sección D).

¡Benditos sean los Jiménez Nieto y los Ledanseirs que se preocupan por hacernos trasfusiones de esperanzas! La realidad es otra, salvo ciertos seres privilegiados que conservan su fortaleza intelectual y física hasta muy avanzada edad y como ejemplos célebres citamos algunos:

-Goethe alcanzó su cúspide con "Fausto" a los 80 años.

-Masaryk luchó por la libertad de Checoslovaquia hasta los 80 años.

-Foch, Clemenceau, Ghandi, Churchill, Eisenhower, se destacaron después de los 60 años.

-Goya pintó "Los desastres de la Guerra" después de los 66 y a los 81 pintó "La monja y el monje".

-Cajal escribió a los 80 "El mundo visto a los 80". Casals compuso su sinfonía "El pesebre" a los 81.

-Richard Strauss escribió su "Bein Schlafengehen" a los 84.

-Franz Hals alcanzó la gloria con "Regentes" a los 90.

-Sófocles escribió la tragedia "Filoctete" a los 90.

-Tintoreto concluyó su "Descendimiento de la Cruz" a los 95.

-Menéndez Pidal a los 99 años, presidía la Academia Española de la Lengua.

En nuestros días hemos visto al Presidente Reagan conducir a su país con brillantez hasta los 77 años en que ha concluido su período.

En el Perú, don José Luis Bustamante y Rivero (fallecido en el mes de enero de 1987, de 95 años) fue solicitado, a los 84 años por Honduras y el Salvador como mediador en un conflicto de límites que los puso al borde de la guerra. El Patricio aceptó: Estudió a fondo el problema, viajó varias veces a esos pueblos; sobrevoló sus fronteras y con su alta autoridad moral y su sapiencia, concertó el acuerdo que restableció la armonía entre esas dos naciones hermanas.

Luis Alberto Sánchez, mi maestro universitario, a los 89 años ha ejercido el cargo de primer vicepresidente de la República y ocho, o más veces ha reemplazado al Presidente García en sus funciones. En el Senado, (1991) del que forma parte, deja oír su parecer sereno y sensato en complejos problemas nacionales. Se da tiempo para publicar libros, pronunciar conferencias, presentarse semanalmente en la televisión, escribir en diarios y revistas y visitar países amigos pese a su casi total ceguera.

Don Carlos Rodríguez Pastor, que fue mi profesor en el Colegio y mi catedrático en la Universidad con sus 90 años es gerente legal de una importante compañía de seguros y dicta una cátedra en la Universidad de Lima con envidiable entusiasmo y competencia.

Esta no es la regla; volvamos a la realidad.

El Aumento de las personas de la Tercera Edad.- Como la tercera edad tiene una íntima relación con el instituto de jubilación no podemos dejar de considerar este fenómeno que se da en nuestros días.

Es un hecho demostrado que el número de ancianos, aumenta cada vez más en el mundo, sobre todo en los países desarrollados, pese a que la vida se hace más tensa por diversos motivos: terrorismo, temor a la distensión nuclear, hambre en muchas regiones, intercomunicación instantánea con la televisión y otros inventos que si bien constituyen un entretenimiento, trasmiten también la noticia angustiante.

¿Qué factores puede influir en el aumento de las ancianos?.

El sistema alimentario más racionalizado: (hoy se conoce el dañino efecto de las grasas de origen animal, o del exceso de dulce, que aumenta masivamente el colesterol y los trigliceridos en la sangre. El progreso de la medicina con su arsenal vitamínico, inmunológico y antiinfeccioso con la multiplicidad de sueros, antibióticos, sulfas, etc, es notable. Antes, una enfermedad como la tifoidea o una pulmonía, si no era fatal, duraba mucho tiempo y debilitaba el organismo con un sistema de curación equivocado. Hoy se corta en pocos días.

Otro factor es la reducción de la jornada de trabajo. Antiguamente se laboraba de sol a sol, no se respetaba el descanso semanal y el hombre trabajaba hasta ser inservible. Se le despedía por innecesario. Con la reducción de la jornada y el período vocacional la persona goza de un recreo, de descanso que indiscutiblemente lo repone y le alarga la vida.

El aumento de la ancianidad es un problema acuciante que hay que resolver con un sentido humano, solidario y de propia conveniencia. Casals (1980) sostiene que la preocupación evidente que actualmente existe por la temática gerontológica, responde a un motivo claro a la importante proporción de ancianos en los países desarrollados y al hecho que esta proporción aumente con los años.

"Poblacionalmente hablando, en el año 2000 con respecto al de 1970, habrá el doble de personas encima de los 60 años, según se desprende de las cifras de la IX Conferencia Mundial de Gerontología Social. Esta misma Conferencia estimó, también, para el año 2000, en 580 millones el número de personas que sobrepasarán la barrera de los 60" (Nieto 1981, pág. 115)".

En Sud América la esperanza de vida en general es de 65 años. En esta parte del continente son los países del área andina los que tienen más baja esperanza de vida: 62.5 años" (Fernández Baca, 1982).

"Actualmente, en el Perú la población mayor de 60 años conforma el 5% de la población nacional (CNP 1985), pero, como sucede en el mundo, va en aumento. Mientras que en 1950 se estimaba que en promedio un recién nacido viviría menos de 45 años, el censo poblacional de 1981 reveló un crecimiento del 3% de la población de 65 años a más y la esperanza de vida fue estimada en 51 años.

Para 1972 dicha población labia crecido en un 3.5%. En ese momento la esperanza de vida se estimó en 58 años" (Pérez de Vela, 1982).

Jubilación

Constituye un episodio significativo en la vida del trabajador. Supone cesar en una actividad laboral, que se ha ejercido determinado número de años, con una remuneración que le permita gozar del sustento necesario para subsistir.
Como la jubilación se concede después de determinado número de años de trabajo, que por lo general coincide con la tercera edad, sicológicamente se asocian ambos eventos.

Representa así la jubilación un alto en el camino de la vida, un cambio, por lo general, en el ritmo de las actividades a que se está acostumbrado, una etapa final de descanso que despierta reacciones diferentes en la persona jubilada. En unos casos la sensación es de liberación; en otros es un desgaje de la personalidad al modificar el ritmo de su vida.

Los autores consideran los efectos de la jubilación desde diferentes puntos de vista: "el alejamiento del trabajo supone mucho más que el fin de una actividad más o menos valorada" afirma Ursula Lehr (1980). Supone un cambio de rol social y también familiar, una modificación de la vida diaria, ciertos cambios en la economía personal y un desplazamiento de los compromisos e intereses del mundo del trabajo al del tiempo libre según Abel y Hayslip (1987). Dulce y Ruiz (1982) afirman que el trabajo no es sólo un modo para subsistir, es también fuente de satisfacción emocional y de comunicación. Neff (1970) señala que el trabajo es una actividad de vastos alcances que a la vez refleja e influye sobre casi todos los aspectos de la conducta humana. Agrega que aquél siempre ha estado muy vinculado con la forma en que las personas se identifican a sí mismas y son identificadas por otras personas.
Para muchos individuos el trabajo representa, incluso, la definición de la propia identidad. Según Plamodón (1984): "Privado de la permanencia creada por la vida de trabajo, el jubilado pierde literalmente una parte de sí mismo" (Pág. 76)[1].

Como resultado del régimen industrializado, de los avances técnicos, de los reclamos sindicales o en general de los trabajadores y el desarrollo de la legislación laboral, hoy la jubilación o sea el derecho al descanso después de cierto número de años de trabajo, o llegada cierta edad, es una facultad irrenunciable del individuo. Para unos es como hemos dicho, la liberación que permite un solaz y dedican el tiempo a labores particulares y deseables; para otros, es una destrucción de su personalidad lo que induce a muchos tratadistas a abogar por un retiro paulatino de acuerdo a sus posibilidades. 

Este aspecto hay que considerarlo desde diversos puntos de vista. A veces es doloroso para un trabajador cesar en una actividad a la cual estaba acostumbrado, que le permitía un quehacer deseado y contactos personales y aun estimación social cuando se conservan energías físicas y mentales y la experiencia realiza una función que recomendaría su permanencia que de hecho existe allí donde hay estabilidad laboral y corresponde la decisión de cesar al trabajador; por otro lado, la empresa necesita renovar su personal, de romper con el costumbrismo y lo rutinario, de abrir fuentes de trabajo para la gente joven. Toca al Estado contemplar y reglamentar esta situación enfocando los pro y los contra y dosificando el retiro cuando así es solicitado.

"Si se garantiza el derecho inalienable de las personas a gozar de su jubilación se pueden crear las condiciones favorables para asegurar que aquéllos que prefieren trabajar después de entrar en la tercera edad, lo hagan por una vocación de trabajo y realización personal" (Cepal 1982, pg. 54).

"Para Vivanco (1982) la jubilación como se da en esta sociedad acarrea en la mayoría, una serie de problemas: la difícil situación económica por las pensiones tan bajas, la disminución de relaciones sociales y las limitaciones para continuar con la vida activa y mantener un proceso formativo. Agrega que la jubilación tendría efectos menos desfavorables si fuera producto de un retiro progresivo, de manera que hubiera tiempo para adaptarse a la nueva situación y si fuera opcional de forma que cada uno pudiera decidir, de acuerdo a su capacidad la cuantía de su trabajo".

La Edad Jubilatoria.- Preocupación de los legisladores ha sido señalar una edad límite de trabajo con opción de gozar, reuniendo ciertos requisitos, de una remuneración que le permita atender a su subsistencia. Esta inquietud es anterior al nacimiento del Derecho de Trabajo. Se hizo presente, a mediados del siglo XIX, sobre todo, tratándose de empleados al servicio del Estado otorgándoles llegada cierta edad y con un determinado número de años de servicios pensiones de cesantía y de montepío en favor de las viudas, hijos menores e hijas solteras.

Fue en la segunda mitad del siglo XIX y más intensamente en nuestro siglo que por efectos de la industrialización, del desarrollo del maquinismo y concentración laboral y competencia mercantilista que el problema se presenta imperativamente. Por un lado, la gran industria basada en el máximo aprovechamiento de la energía y del tiempo descartaba a los anpianos; por otro lado, la intensidad y desgaste nervioso exigía un descanso llegada cierta edad. A esto habría que sumar lo expuesto sobre el aumento en la extensión de la vida. Se impuso así una jubilación graciosa en ciertas empresas y más tarde con el desarrollo de los seguros sociales se extendió y se convirtió en obligatoria. Se establecen dos requisitos esenciales: la edad que fluctúa entre los 60 y 65 años y un número de cotizaciones que determinaban el monto jubilatorio.

Importante Precedente Histórico.- Cuando se estudie la situación de los trabajadores de la tercera edad frente a la Seguridad Social no podemos ni debemos ignorar un importante y valioso precedente nacido en el continente americano, concretamente en el Perú durante la vigencia del Imperio Incaico.

El Imperio fue lo que hoy la doctrina política social y ciertas cartas políticas denominan una "república de trabajadores". En el Estado incaico el trabajo era un deber celosamente exigido y respetado. Desde la más tierna edad hasta la más avanzada se señalaban las obligaciones laborales de los súbditos pero era el período comprendido entre los 25 y 50 años la edad en la que el trabajo era absolutamente obligado y parte de él al servicio del Estado. Los súbditos del Imperio debían trabajar las tierras del culto, del Inca, del Ayllu o sea la comunidad familiar, aparte del servicio en el ejército que era rotativo. De los 50 a los 60 el trabajo disminuía y cumplidos los 60 el ciudadano (Llamémoslo así) incaico, era sostenido por la comunidad. Lo propio ocurría con los enfermos, los huérfanos, las viudas y los ausentes[2].

Este sistema admirable no es un invento sino una realidad que recogieron admirados los cronistas y los historiadores durante la vigencia de la época de la conquista española y del posterior período del Virreynato y que inspiró la obra de conocidos filósofos del Viejo Continente.

Muchas de estas disposiciones fueron recogidas en reales cédulas, resoluciones virreinales de diversa índole, como las Ordenanzas del Virrey Toledo, las dadas para ciertas actividades como las Ordenanzas de Huamanga que constituían parte del Derecho Indiano aplicado a América.

El Derecho Incaico fue inspirador del Derecho Indiano. Mal hacen, pues, los historiadores del Derecho Indiano de no investigar en el derecho inspirador que venía del Imperio.

Hoy mismo, en la sierra peruana, esta tradición se conserva. El anciano es sostenido por la comunidad o la familia. Los parientes cercanos cultivan sus tierras, un familiar acude a vivir con él y su vida, su persona y su consejo son respetados y venerados en la comunidad familiar.

El Aspecto Social. - "Al respecto Vivanco señala que la situación por la que atraviesa la población de la tercera edad dependerá siempre del tipo de sociedad en la cual se desenvuelva y del lugar que ocupa dentro de ella". Al respecto, el Sr. Helmut Finger jubilado alemán que ha llegado al Perú en busca de calor humano, que no se encuentra con facilidad en países del Viejo Mundo, relata que percibe una jubilación de 2,500 marcos alemanes, alrededor de 2,500 dólares y que los ancianos gozan gratuitamente de asistencia médica y dental incluyendo prótesis. ("El Comercio" - Lima 10 de Marzo de 1989).

En la sociedad industrializada, la disminución de la capacidad de trabajo aherroja a los hombres de la tercera edad, lo que acontece menos en las poco desarrolladas o en las comunidades agrarias tradicionales. Más aún, antes se explotaba a los viejos y se les utilizaba, con bajos salarios mientras resultaba "rentable", hoy, con los salarios mínimos o regímenes salariales impuestos por los sindicatos, se prefiere a la gente joven que por su energís aumenta la productividad.

"Gubruma (1973) señala que la conducta de los viejos estará influida por tres factores: la salud, los medios económicos y los apoyos sociales"[3].

Hollaway y Youngblood (1988) remarcan la desvinculación del anciano, su rol menos activo ya que la sociedad le ofrece cada vez menos posibilidades de asumir un papel en ella.

Algunos autores consideran que esa desvinculación la inician los propios ancianos, otros (Mishara y Riedel 1986) creen que es la sociedad la que impele a los viejos al retiro.

"Hay quienes estiman que la continuidad de la misma está determinada por las costumbres y gustos adquiridos a lo largo de la vida. Michara y Riedel 1986) ponen como ejemplo que aquéllos que prefirieron la pesca al trabajo, una vez llegada la jubilación se alegrarán de tener tiempo disponible para ir a pescar, mientras que aquéllos que dejaron la pesca para cuando estuvieran jubilados y supuestamente tuvieron tiempo, se cansarán muy pronto de esa actividad. El juego (naipes, ajedrez y otros por el estilo) pueden ejercer la misma influencia en casos semejantes.

La vejez puede distraerse con nuevos roles que la gente activa puede realizar: cuidar o, simplemente, regar un jardín tener una pequeña granja, criar animales y el cuidado y decorado del hogar.

"Los ancianos en los países en vía de desarrollo viven generalmente en situación de extrema pobreza lo que trae como correlato deficiencias en la alimentación, estado de salud, vivienda y demás servicios".

En consecuencia, agrega el autor (Strleb 1965) los ancianos pierden o han perdido la participación social, cultural, política y económica en la sociedad y han llegado, en su mayoría, a un status de alta marginalidad". (Michara B. y Rie del R. "El proceso de Envejecimiento", 1986 PG. 69).

En el Perú, señalan Moreno (1987) y Vivanco, (1982) la población de la tercera edad comprende dos grupos: uno que representa a la mayoría y que se caracteriza por presentar problemas de pobreza, marginación, abandono social, mal estado de salud, etc; y otro que abarca a una minoría y que cuenta con los privilegios necesarios para su bienestar general.

Apoyo Social.- La interrelación social es un factor determinante que modula la sensibilidad y conducta del anciano. Su conexión con la familia cercana, los amigos, vecinos, instituciones sociales y religiosas van a influir en su ser anímico. La red social es la que va a determinar su destino final. La presencia de la depresión, tan frecuente en los ancianos, depende mucho del entorno que lo rodea.

Toda persona, pero especialmente el anciano, necesita ayuda material y espiritual, frente a los problemas angustiantes que presenta la vida y la propia edad.

Tener "donde dirigir los ojos" como dirían nuestros abuelos, aun frente al Estado que de protector se ha convertido con todas sus exigencias y legalismos en stressante y expoliador.

Elemento esencial es la familia. Un matrimonio bien avenido que llega unido a la vejez es el mejor colchón para la inseguridad y la tristeza. Caminar juntos en la vida para en la ancianidad mirar el paisaje sentados al pie de la misma ventana. En segundo lugar, están los hijos que no pequen de ingratitud y los nietos que alegran la vida de los abuelos cuando su presencia está dosificada. En tercer lugar los amigos, preferentemente los más antiguos, aunque ello no excluye las nuevas amistades a veces de insospechadas sorpresas cuando hay afinidad en los caracteres.

"Para Sarason y colaboradores (1983) los dos elementos básicos del soporte social son la percepción de que existe un número suficiente de personas disponibles a las cuales se puede recurrir en momentos difíciles y la satisfacción con el soporte social del que se dispone".

Mucho depende, también, de las experiencias recibidas de niño y en las etapas subsiguientes pero el análisis de estos supuestos nos llevaría a sumergirnos en aspectos científicos que nos alejarían de nuestro tema específico.

Hay muchos estudios al respecto que dan preeminencia a diversos elementos entre ellos al confidente (que puede ser un amigo, un sacerdote, un sicólogo) a la familia o a ciertas instituciones. El hecho es que la persona para no desintegrarse espiritualmente necesita de la interconexión sentimental humana.

Noticias procedentes de Washington (20 de Marzo de 1989) traen nuevos vientos de esperanza para la gente de avanzada edad. Las campañas farmacéuticas de Estados Unidos están creando mas de 200 nuevas medicinas para el tratamiento de los males de la ancianidad sobre todo las afecciones cardiacas, la osteoporosis, el cáncer, la enfermedad de Alzheimer. 

El señor Gerard Mossinghoff presidente de la Asociación de Fabricantes Farmacéuticos anuncia que han identificado 221 medicinas y ensayos clínicos de 77 compañías para el tratamiento de 23 enfermedades y calculan que 3600 millones de dólares, aproximadamente la mitad del presupuesto de investigación y desarrollo de la industria farmacéutica para 1989, se dedicó a la investigación de las enfermedades que principalmente atacan a las personas mayores.

Otra nota llegada de Miami el mismo día, destaca que el Dr. Charles Rever, Jefe de Medicina Geriátrica de Mount Sinaí dice: "Se debe evitar la aceptación de estereotipos, como el pensar que uno se imposibilitará o enfermará a medida que avanza el envejecimiento, porque, en realidad, la mayoría de los ancianos son personas sin problemas graves de salud ni invalidez".

Añade este especialista que tampoco se debe pensar: "Como ya tengo tantos años, no puedo hacer tal y tal cosa. Y están en un gran error, pues los ancianos, con algunas concesiones, pueden seguir haciendo muchas de las cosas que hacían cuando eran jóvenes".

Según este eminente geriatra "Lo primero que hay que hacer para poder lidiar con la situación de la vejez es tratarla como una nueva oportunidad que nos brinda la vida. Debe pensar en su mente como en un músculo más y ejercitarlo. Quizás debieran intentar hacer las cosas que no hicieron en su juventud por falta de tiempo o de recursos. Hay que darse otra oportunidad".

La jubilación en el Perú. - A mediados del siglo pasado se estableció en el Perú con fecha 20 de diciembre de 1850, promulgada el 22 de enero de 1851 el derecho de cesantía y jubilación para los empleados públicos. La edad de jubilación fue fijada en 60 años.

Con data 12 de agosto de 1936 se creó el Seguro Social Obrero, que amparaba a la clase trabajadora dependiente y estableciendo mediante la usual contribución tripartita (empresario, trabajador y Estado) la cobertura de los riesgos de enfermedad, maternidad, invalidez, vejez y muerte. La pensión de vejez, o jubilación se establecía para el asegurado que hubiera cumplido 60 años de edad y que tuviera por lo menos 1040 compensaciones semanales siendo la pensión igual al 40% de su salario o renta medias obtenidos durante los últimos cinco años. La pensión se aumentaba en un 2% por cada cien imposiciones semanales más que tuviera el asegurado hasta el 60 por ciento en total como máximo. Se mejoraba la pensión si el asegurado tenía cónyuge mayor de 60 años de edad o inválidos y sin derecho por esos conceptos a una pensión o hijos menores de 14 años o inválidos. La mejora importaba un aumento de 1% por el cónyuge y cada uno de los hijos sin exceder del 10% del salario o renta medias tomadas para la pensión de vejez.

Se señalaban otras condiciones para los que no habían alcanzado el mínimo de imposiciones señaladas por la ley.
En 1948 se estableció el Seguro Social del Empleado. En el Perú como en otros países americanos se diferenciaba al obrero del empleado según predominara el esfuerzo material o intelectual en el trabajo. El Seguro del Empleado estableció para éstos los mismos beneficios que el Seguro Social Obrero.
Posteriormente se han unificado los dos organismos y las prestaciones son iguales para unos y otros empleándose apropiadamente el término trabajador. (Previamente se había establecido la jubilación a cargo de las empresas con determinado capital y 40 años de servicios ininterrumpidos que luego fueron rebajados, pero esta cita la hago sólo como referencia histórica).

Hoy, la jubilación tiene varios regímenes. Para los trabajadores en general, la indicada (60 años varones, 55 mujeres). Sin embargo, hay profesiones beneficiadas con menor número de años. Por reciente ley (N° 25009 de 4 de Enero de 1989) los trabajadores mineros que laboren en minas subterráneas o los que realicen labores directamente extractivas en las minas a tajo abierto tienen derecho a percibir pensión de jubilación a los cuarenticinco (45) y cincuenta (50) años de edad, respectivamente.

Los trabajadores que laboran en centros de producción minera, tienen derecho a percibir pensión de jubilación entre los 50 y 55 años de edad, siempre que en la realización de sus labores estén expuestos a los riesgos de toxicidad, peligrosidad e insalubridad, según la escala establecida en el reglamento de la ley.

Se incluyen en los alcances de la ley a los trabajadores que laboran en centros metalúrgicos y siderúrgicos.

Para los magistrados del Poder Judicial la edad jubilatoria es a los 70 años. Como para administrar justicia se requiere serenidad y experiencia este mayor límite es justificado. Algunas veces se redujo dicha edad con una finalidad política para hacer cesar a determinadas personas pero nuevamente se restableció ese tope.

Los maestros universitarios y profesorado en general pueden ejercer la enseñanza también hasta los 70 años.

Los magistrados del Tribunal de Garantías Constitucionales no tiene edad límite para el ejercicio de sus funciones.

La Situación de los Jubilados en el Perú.- En el año 1981 el Instituto de Seguridad Social realizó el Primer Censo Nacional de Jubilados. En él se encontró que la población de pensionistas de la tercera edad constituye sólo el 10% de la población nacional (de tercera edad). Asimismo se observó que el 60% de los pensionistas presentaba problemas de salud, el 40% vivía con sus hijos y no les alcanzaba para una vida independiente, económicamente hablando; el 30% recibía ayuda de otros familiares, el 20% compartía habitación con amigos, el 8% era independiente y el 2% vivía en asilos del Estado. (Ministerio de Justicia 1982).

Al año siguiente, la misma institución llevó a cabo la "Encuesta Nacional sobre la Problemática de la Tercera Edad" en el Instituto Peruano de Seguridad Social. Los resultados de la misma, indicaron que el 5.3% de la población total del Perú está integrada por personas mayores de 60 años, la mayor concentración se ubica entre los 60 y los 64 años, y el 48.1% corresponde a hombres y el 51.9% a mujeres. Este estudio constató los resultados del anterior en el sentido de que efectivamente, la población pensionista en el IPSS conforma únicamente el 10% de la población total de la tercera edad del país.

De este porcentaje la mayor parte (68.1%) corresponde a la región Lima y la menor parte (0.4%) a la región oriente.

Del 100% de los pensionistas se logró entrevistar a 44,466. En la distribución por sexo se encontró que 81% correspondía a hombres y 19% mujeres.
En cuanto a su viviendas, éstas se hallaban ubicadas por lo general en urbanización populares y barrios marginales. El 63% de los encuestados indicó tener vivienda propia, de este porcentaje el 53% correspondió a hombres y el 10% a mujeres; el 32% refirió vivir en una vivienda alquilada y e14% sostuvo estar alojado en una vivienda ajena. Se consideró mínima la cantidad de pensionistas que se encontraba aislada, el 93.40% vivía con sus familiares y así preferían hacerlo. Respecto a las personas que habitaban solas, se observó que muchos de ellos habían sido abandonados por los suyos en el momento en que bordeaban la tercera edad.

En relación a su situación económica, se halló que sólo el 30%, aproximadamente, contaba con recursos para cubrir sus necesidades básicas. En el estudio se señala que la insatisfacción del anciano tiene entre sus principales causas la falta de recursos económicos. Al respecto se observó la existencia de significativas diferencias entre las pensiones de los jubilados según su zona de residencia. Frente a la pregunta de si estarían dispuestos a realizar actividades que logren incrementar su economía así como tener una actividad permanente, los pensionistas respondieron que lo deseaban definitivamente . En su mayoría querían y podían valerse por sí mismos ya que consideraban que de ese modo se sentirían además útiles y necesarios.

Entre los principales problemas que manifestaron los pensionistas, destaca la falta de ocupación derivada de su paso a la "inactividad" generada por la jubilación (IPSS, 1982).

Reportajes periodísticos verificados últimamente (febrero, marzo de 1991) recogían el clamor de las bajas remuneraciones jubilatorias frente a la inflación actual, la demora en pagarles y la asistencia ineficiente en los centros de salud.

Conclusiones

Y, ahora, preguntamos qué puede hacer el Derecho de Trabajo y la Seguridad Social frente a la Tercera Edad.

Del análisis anterior se desprenden las siguientes consideraciones:

1° La población longeva va en aumento tanto en los países desarrollados como en los que se encuentran en vías de desarrollo. Es un hecho social que el Estado debe encarar con toda seriedad.

2° Alcanzada la tercera edad la persona que ha trabajado durante su vida útil tiene derecho al descanso con una remuneración que le permita vivir con decoro y sin angustias económicas.

Para tal fin, el Estado debe estructurar debidamente, con cálculos actuariales serios y con atinadas inversiones financieras, los institutos de previsión social que se encarguen de pagar las pensiones, a fin de que éstas puedan ser indexadas sin ponerse en riesgo de falencia.

3° Lograda la edad jubilatoria, el retiro podría ser paulatino, si así optara el beneficiario, disminuyendo la jornada de trabajo, u ocupándose de labores con menos responsabilidad y esfuerzo. Ello traería las siguientes ventajas:

a) El trabajador no sufriría el trauma que a veces lo afecta al cesar en el trabajo y que le hace sentir la sensación de no ser una persona útil. b) La empresa aprovecharía la experiencia y conocimientos del trabajador quien podría ser orientador de trabajadores jóvenes.

c) Las instituciones de previsión social no se verían afectadas, sino por el contrario, economizarían al diferir el pago de estas pensiones o en abonarlas proporcionalmente con el empleador que sería otra alternativa.

d) Alcanzados los 65 años el trabajador cesaría si así la empresa lo determinara. Es conveniente la renovación de personal y el ingreso de la gente joven a los centros de labor. Ahora bien, si empresa y trabajador están de acuerdo en que continúe la relación laboral, después de esta edad no habría inconveniente en ello.

4° Preocupación del Estado debe ser atender a la salud corporal del anciano con hospitales o postas médicas especializadas y exclusivas. La atención medica y farmacológica debería ser gratuita.

5° Igual preocupación debe tener con relación a la salud espiritual y la paz que debe gozar todo anciano. Para ello es menester fomentar clubes de ancianos con distracciones adecuadas, (bibliotecas, juegos de salón, dictado de conferencias, etc) y facilitarles su concurrencia a espectáculos con tarifa preferencial, rebajas de pasajes y otras medidas similares; y asistencia significativa cuando fuere necesario.

6° En el caso que por desamparo u otros motivos atendibles, el jubilado tuviera que ir a un asilo, éste, en lo posible, debe tener calor de hogar donde se le brinde los cuidados y atención señalados en los dos items anteriores. Se procurará dotar a los asilos de huertos y talleres de artesanía que sirvan de ocupación y entretenimiento a los ancianos.

7° El Estado debe contemplar la situación de los que carecen de cobertura jubilatoria por no haber sido trabajadores dependientes y no tener medios económicos para subsistir. Para ello debe establecerse un impuesto (por ejemplo a las bebidas alcohólicas) destinado exclusivamente a ese fin.
Un sentido solidario y humano exigen esta previsión.
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[1] Las notas anteriores han sido entresacadas de "Soporte Social, Actividad y Actitudes hacia la jubilación en un grupo de Maestros Jubilados", Tesis presentada por María Graciela Vargas Polseda para obtener el grado de bachiller en Humanidades con mención en Psicología en la Pontificia Universidad Católica del Perú.
[2] Si se desea profundizar en el tema véase "Normas de trabajo en el Imperio de los Incas", del autor de este ensayo. 
[3] María Graciela Vargas. Datos proporcionados en el trabajo antes citado.