miércoles, 28 de enero de 2015

EL DERECHO EL TRABAJO EN EL QUIJOTE


POR. JOSE MONTENEGRO BACA

El trabajo de menores en “El Quijote”

Meditando acerca de la trama del portentoso libro, he caído en la cuenta de que el primer  entuerto que pretendió enderezar el Sublime Loco, fue el encaminado a remediar el abuso de que era víctima un menor dedicado a prestar servicios de pastor a un vecino llamado Juan Haldudo el rico.

Es muy curioso que el primer desaguisado que quiso remediar Don Quijote se relacione con el Derecho del Trabajo. Es digno de  relievar que, el ínclito Caballero Andante, apenas fue armado caballero, protagonizó el hecho en referencia; de éste se ocupa el cap. IV de la Primera Parte. Después de la graciosa manera que tuvo Don Quijote de armarse caballero, se dirigió  a su casa a procurarse de los servicios de un escudero, así como para proveerse de dinero y de ropas. Caminando en dirección a su aldea oyó que de la espesura de un bosque salían voces como de  persona que se quejaba. A pocos pasos del bosque vio atado a una encina a un muchacho, desnudo de medio cuerpo para arriba, de unos 15 años de edad, que era el que las voces daba, y no sin causa, porque le estaba dando muchos azotes con una pretina un labrador de buen talle. Viendo Don Quijote lo que pasaba, con airada voz dijo:

Descortés caballero, mal parece tomaros con quien defender no se puede. Subid sobre vuestro caballo, y tomad vuestra lanza (que también tenía una lanza arrimada a la encina adonde estaba arrendada la yegua), que yo os haré  conocer ser de cobardes lo que estáis haciendo.

El labrador, que vio sobre sí aquella figura llena de armas, blandiendo la lanza sobre su rostro, tú vose por muerto y con buenas palabras respondió:

-Señor caballero, este muchacho que estoy castigando en un mi criado que me sirve de guardar una manada de ovejas que tengo en estos contornos; el cual es tan descuidado, que cada día me falta una, y porque castigo su descuido o bellaquería, dice que lo hago de miserable, por no pagalle la soldada que le debo, y en Dios y en mi ánima que miente.

-¿Miente, delante de mí, ruin villano?  - dijo Don Quijote- Por el sol que nos alumbra que estoy por pasaros de parte a parte con esta lanza: pagadle luego sin más replica; si no, por el Dios que nos rige, que os concluya y aniquile en este punto. Desatadlo luego.

El labrador bajó la cabeza, y sin responder palabra desató a su criado, al cual preguntó Don Quijote  que cuánto le debía su amo. Él dijo que nueve  meses,  a  siete reales cada mes. Hizo la cuenta Don Quijote y halló que montaban sesenta y tres reales, y  dijole al labrador que al momento los desembolsase si no quería morir por ello. Respondió el medroso villano que, para el paso en que estaba y juramento que había hecho (y aún no había jurado nada), que no eran tantos; porque se le habían de descontar y recebir en cuenta tres pares de zapatos que le había dado, y un real de dos sangrías que le habían hecho estando enfermo.

-Bien está todo eso – replicó Don Quijote-; pero quédense los zapatos y las sangrías por los azotes que sin culpa le habéis dado; que si él rompí el cuero de los zapatos que pagastes, vos le habéis rompido el de su cuerpo; y si le saco el barbero sangre estando enfermo, vos en sanidad se la habéis sacado; así que, por esta parte, no os debe nada.

-El daño esta, señor caballero, en que no tengo aquí dinero; véngase Andrés conmigo a mi casa, que yo se los pagaré un real sobre otro.

-¿Irme yo con él?- dijo el muchacho- mas? ¡Mal más mal año! No, señor, ni por pienso, porque en viéndose solo me desollará como a un San Bartolomé.

-No hará tal- replico Don Quijote-: basta que yo se lo mande para que me tenga respeto; y con que él me lo jure por la ley de caballería que ha recibido, le dejaré ir libre y aseguraré la paga.

-Mire vuestra merced señor, lo que dice – dijo el muchacho-, que este mi amo no es caballero, ni ha recibido Orden de caballería alguna; que es Juan Haldubo el rico, vecino del Quintanar.

-Importa poco eso- respondió Don Quijote-, que  Haldudos puede haber caballeros; cuanto más que cada uno es hijo de sus obras.

-Así es verdad – dijo Andrés-; pero éste mi amo ¿de qué obras es hijo, pues me niega mi soldada y mi sudor y trabajo?

-No niego, hermano Andrés-; respondió el labrador-, y hacedme placer de veniros conmigo, que yo juro por todas las Ordenes que de caballerías hay en el mundo, de pagaros, como tengo dicho , un real sobre otro, y aun sahumados.

-Del sahumerio os hago gracia- dijo Don Quijote-; dádselos en  reales, que con eso  me contento; mirad que lo cumplíais como lo habéis jurado; si no por el mismo juramento os juro de volver a buscaros y a castigaros, y que os tengo de hallar, aunque os escondáis más que una lagartija. Y si queréis saber quién os manda esto, para quedar con más veras obligado a cumplirlo, sabed que yo soy el valeroso Don Quijote de la Mancha, el desfacedor de agravios y sinrazones; y a Dios quedad, y no se os parta de las mientes lo prometido y jurado, so pena de la pena pronuncia.

-Y en diciendo esto, pico a su Rocinante, y en  breve espacio se apartó dellos. Siguióle el labrador con los ojos, y cuando vi que había transpuesto del bosque y que ya no parecía volvióse a su criado Andrés, y díjole:

-Veníd acá hijo mío, que os quiero pagar lo que os debo como aquel desfacedor de agravios me dejó mandado.

-Eso juro yo- dijo Andrés- , y como que andará vuestra merced acertado en cumplir el mandamiento de aquel buen caballero, que mil años viva, que según es de valeroso y buen juez, ¡vive Roque que, si no me paga, que vuelva y ejecute lo que dijo!

-También lo juro yo- dijo el labrador-: pero por lo mucho que os quiero, quiero acrecentar  la deuda por acrecentar la paga.

-Y asiéndole del brazo, le tornó a atar a la encina donde le dio tantos azotes que le dejó por muerto.

-Llamad, señor Andrés, ahora- decía el labrador–, al desfacedor de agravios, veréis cómo no desface aqueste; aunque creo que no está acabado de hacer, porque me viene gana de desollaros vivo, como voz temíades.

Pero al fin le desató, y le dio licencia que fuese a buscar a su juez, para que ejecutase la pronunciada sentencia. Andrés se partió algo mohíno, jurando de ir a buscar al valeroso Don Quijote de la Mancha, y contarle punto por punto lo que había pasado y que se lo había de pagar con las setenas; pero, con todo esto, él se partió llorando, y su amo se quedó riendo. Y desta manera deshizo el agravio el valeroso Don Quijote, el cual, contentísimo de lo sucedido, pareciéndole que había dado felicidad y alto principio a sus caballerías, con gran satisfacción de sí mismo iba caminando hacia su aldea, diciendo a media voz:

-Bien te puedes llamar dichosa sobre cuantas hoy viven en la tierra, ¡ oh sobre las bellas bella Dulcinea del Toboso!, pues te cupo en suerte tener sujeto y rendido a toda tu voluntad e talante a un tan valiente y tan nombrado caballero como lo es y será Don Quijote de la Mancha, el cual, como todo el mundo sabe, ayer recibió la Orden de caballería , y hoy ha desfecho el mayor tuerto y agravio que formó la sinrazón y cometió la crueldad; hoy quitó el látigo de la mano a aquel despiadado enemigo, que tan sin ocasión vapuleaba a aquel delicado infante, (I, Cap. IV).

-La intervención de Don Quijote en favor del pastor Andrés valió nuevos palos al apaleado. Castro Dassen comentando el suceso, expone;

“Sin averiguar nada, prescindiendo de toda prueba y llevándose de su intuición solamente por la palabra del niño, dictó una sentencia justa. Pero fallo en cambio porque no tomó medidas para asegurar su cumplimiento, confiado en que nadie se atrevería a violentar las órdenes dadas por el gran Caballero Andante para que se ejecutara su sentencia. Así es como posteriormente reaparece en escena Andresilllo, quien relata que una vez que su patrón lo hubo bien azotado, “le desató y le dio licencia para que fuese a buscar a su juez para que ejecutase la pronunciada sentencia”, y concluyó su discurso dirigiéndose directamente a Don Quijote:

“Por amor a Dios, señor Caballero Andante, que si otra vez me encontrare, aunque vea que me hacen pedazos, no me socorra ni me ayude, sino déjeme con mi desgracia, que no será tanta que no sea mayor la que vendrá de su ayuda de vuesa merced, a quien Dios maldiga y a todos los caballeros andantes del mundo” (I, Cap. XXXI).

Don Quijote incurrió en lo que en jerga procesal se llama error in procedendo.
[…]Cabe preguntar ¿Qué clase de contrato medió entre el menor Andrés y Juan Haldudo el rico?

Una locación de servicios para hablar de lenguaje jurídico tradicional. Un contrato de trabajo si queremos emplear el lenguaje jurídico moderno, pues, si bien si Juan Haldudo calificó de criado al menor Andrés, también es cierto, que luego agregó que lo tenía al cuidado de unas ovejas. No se trata, pues, de un criado en el sentido del servidor doméstico; se trata más bien de un menor que presta trabajo subordinado de pastor. No se trata de servicio doméstico porque éste, según la doctrina se caracteriza  por la finalidad no económica.

Con el cuidado del ganado el menor Andrés procuraba beneficio económico a Juan Haldudo; luego , su prestación no fue mero servicio doméstico, sino de otra índole.

DON QUIJOTE Y LA ACCIÓN POPULAR EN FAVOR DE LOS MENORES TRABAJADORES.

Sorprende el modus operandi seguido por Don Quijote al toparse con el abusivo Juan Haduldo el rico. En cierto modo hecho mano al recurso de  la acción popular flanqueado por la moderna legislación del trabajo; echó mano a lo que en la Edad Media Andantesca equivalía a la acción popular; pues, Don Quijote piensa con criterio medieval  en lo que se refiere a la administración de justicia, en esa Edad, el Derecho Público no estaba bien deslindado del jus privatum, el Estado no estaba todavía bien organizado; no contaba con los medios eficaces para prestar todos los servicios públicos. En tales condiciones, era natural, que hombres de buena voluntad, los caballeros andantes, decidieran por sí y para sí  mismo, deshacer agravios y sin razones. Resultaban así, en cierto modo órganos estatales de facto; por eso, digo, que el  Caballero de la Triste Figura hizo uso  de los que en aquella época equivalía a la acción popular de nuestros días.

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